19 de Septiembre de 2022

Ramón García: una vida en la actuación

Ramón García le ha dado vida a innumerables personajes en el cine y la televisión. Ha tenido la oportunidad de ser dirigido por Paolo Sorrentino y actuar junto con Jude Law y John Malkovich en la serie de HBO The young Pope, que, en su segunda temporada, se llamó The new Pope. Ahora, vuelve a la Universidad de Lima, donde estudió la Carrera de Comunicación, para actuar en la obra Los inocentes, dirigida por Sammy Zamalloa.

La temporada va hasta el sábado 8 de octubre, en el Centro Cultural de la Universidad de Lima, los días jueves, viernes y sábados, a las 20.30 horas.

¿Cuál es la trama de Los inocentes?
La obra se basa en el libro de cuentos del mismo nombre, de Oswaldo Reynoso. Es la historia de cinco adolescentes de un barrio bastante lumpenesco. Ellos son jóvenes marginales. Yo interpreto a dos personajes pequeños. Esta es una obra que se ha presentado en anteriores oportunidades, incluso en festivales. El director Sammy Zamalloa me convocó para actuar en ella en el 2018, pero no pude; esta vez sí.

¿Cómo así te convocaron esta vez?
Sammy me volvió a llamar, en un momento en que estoy dictando clases, ensayando una obra que se estrenará muy pronto en Arequipa, y estaba realizando un largometraje que acaba de terminar, una coproducción con España, y ahora me están llamando para dictar un curso sobre la historia del teatro en una escuela que se está formando. Además, enseño actuación en mi propio taller, Taller Estudio de Formación Actoral, en Miraflores. Ando muy ocupado realmente, pero como se trata de la Universidad de Lima, me animé y acepté. Es que yo nací como actor en la Universidad de Lima, un 2 de febrero de 1977, bajo la dirección de Carlos Padilla.

¿Hacías teatro desde que estabas en la Universidad?
Hice, sí, pero nunca pretendí ser actor. Yo estudiaba la Carrera de Economía en una época en que para terminarla había que llevar tres créditos de actividades extracurriculares, así que llevé teatro, y me encantó. Yo fui el último en ingresar al grupo de teatro, todos habían participado en montajes, menos yo. Al momento de repartir los papeles para la obra que íbamos a montar, yo ansiaba que me tocara algún papel, cualquiera, aunque sea quería salir al escenario y decir: “Señor, la cena está servida” (risas). Pero cuando repartieron los libretos, me vi con que tenía el papel protagónico. Me sorprendí. Carlos Padilla tuvo confianza en mí y me hizo creer que yo podía hacer cualquier papel. Esto fue en febrero de 1977. Ahí comenzó mi carrera artística. En marzo de ese año me inscribí para estudiar teatro.

Ahora interpretas dos papeles, ¿verdad? ¿Cómo son estos?
Son dos personajes marginales: uno es peluquero y el otro es un asesino.

¿Qué método usas para dar vida a un personaje?
Hay varios métodos o herramientas: las siete preguntas, el sí condicional, la memoria emotiva, etcétera. Pero hay uno que es el más importante de todos y se llama sentido común. Cuando lees un libreto, este anuncia lo que tienes que hacer. Las líneas te lo dicen todo, las que están escritas y las entre líneas. Se trata de comprender lo que dicen los personajes. Ahora, para la obra Los inocentes, he utilizado el método Laban. Lo que haces es visualizar un cubo, cuya parte superior es ligera, la parte inferior es pesada; la parte delantera es rápida, la trasera es lenta; la derecha es directa y la izquierda es indirecta. En el caso de los papeles que tengo, el peluquero es liviano, rápido y directo, incluso lo dice: “Yo no tengo pelos en la lengua”. El delincuente es un hombre de edad, los años le pesan, tiene la costumbre de analizar todas las cosas, no se arriesga, o sea que es lento. Camina arrastrando los pies y es medio jorobado; el otro camina casi de puntas y tiene la columna recta. Son polos opuestos. 

¿Cuál es la película que acabas de terminar de rodar?
Participo en una película de cine que dirige Martín Casapía, llamada Entre nosotros. Él es un cineasta bastante joven y esta es la segunda vez que trabajo con él. La primera fue La Foquita: el 10 de la calle. Sinceramente, yo tenía cierto temor de trabajar en ese filme, porque él era un muchacho que recién comenzaba. Sin embargo, el día del estreno me sorprendí, porque es una película que está bien hecha, se nota en la edición, en la manufactura del producto, que se ha hecho con cariño. Ahí tengo un personaje corto, de un policía, pero no cuento más para no spoilear la obra. Es una coproducción con España.

¿Cómo fue para ti trabajar bajo la dirección de Paolo Sorrentino y al lado de grandes actores?
Para mí fue un reto enorme trabajar con Paolo Sorrentino, un director ganador de un Óscar, y al lado de Diane Keaton, John Malkovich y Jude Law. La verdad es que me pellizcaba para cerciorarme de que no estaba soñando. Ahí me di cuenta de que en nuestro país tenemos talento, pero no tenemos la industria que ellos tienen. Ahora, Sorrentino sí es un “bicho raro”, una mezcla entre Federico Fellini y Akira Kurosawa. Estando allá, yo dibujaba la locación donde me tocaría grabar al día siguiente y planteaba dónde se colocarían las cámaras, pero cuando llegaba a la locación nunca había coincidencia. Las cámaras estaban colocadas en los lugares que a mí me parecían menos convenientes. Como Kurosawa, Sorrentino es un poeta de la composición del encuadre. Me pareció fascinante esa experiencia. 

¿Cómo fue la escena en que te felicitaron Jude Law y Sorrentino?
Ah, eso fue en la primera temporada, fue una escena en que hablamos en castellano. Yo la había preparado muchísimo, estuve días y días ensayando, porque solo estábamos Jude Law y yo, nadie más. Cuando terminó la escena, se acercó Jude Law y me felicitó. Lo mismo hizo Sorrentino. Yo me emocioné mucho. En ese momento me acordé de mis padres, de la Universidad de Lima, de mis clases, de Chacho León, de Alberto Ísola, de todo lo que aprendí y todo lo que viví. 

¿Qué te sorprendió de la dinámica de trabajo allá?
Todo. Yo me movilizaba en un Mercedes Benz con chofer. Me recogía a las 5 de la mañana, atravesaba todo Roma, llegaba a mi camerino, la vestuarista me dejaba la ropa, luego me maquillaban, me ponía un mandil de plástico para tomar desayuno y me quedaba listo para grabar, en el camerino, que son unos camiones inmensos. Cada camión tiene tres o cuatro camerinos. El único que tenía un tráiler solo para él era Jude Law. Él era muy sencillo, estudiaba mucho su papel. 

¿De qué manera te convocaron?
Yo no me presenté para nada, a mí me llamaron. La productora estaba buscando en México a un actor que interpretara al cardenal peruano. Cuando Sorrentino se enteró, pidió que buscaran al actor en el Perú. Entonces comenzaron a investigar por internet y me escribieron. Lo gracioso es que cuando les pregunté cuál era el perfil del personaje, lo único que me dijeron fue: “Es very funny”. Entonces yo pensé que estaba bien, porque yo soy very funny (risas). Pero resulta que para ellos funny es algo diferente, son las respuestas medio inocentes y es el contexto. Hay una escena en que el Papa me pregunta si es cierto que yo me burlo de él y que lo imito, y yo hice algo medio gracioso, pero Sorrentino me corrigió, me pidió que no lo hiciera funny, que lo mirara a los ojos, cínico. Entonces yo abrí mis ojos, grandes, y dije: “¿Yo? Jamás”. Ellos se rieron y me dijeron: “No nos equivocamos”.

¿Qué te pareció estudiar en la Universidad de Lima?
Tengo recuerdos maravillosos de esa época. Ingresé a la Universidad en 1975. Terminábamos las clases y nos íbamos volando al cineclub a ver películas y luego discutíamos al respecto. En ese entonces, por la Avenida Javier Prado pasaban cuatro gatos, yo me iba tirando dedo a la Universidad, que era pequeña. Los estudiantes éramos muy solidarios. Recuerdo que codirigí un cortometraje llamado Manos pequeñas. Lo hicimos en Villa El Salvador, en una zona bastante pobre. Fuimos felices y nos relacionamos con la gente. Una familia que nos prestaba su casa para guardar los equipos, una vez nos agasajó y nos convidó pejerrey arrebozado y cervecita. Nunca he disfrutado una comida tan rica, porque la hicieron con mucho amor. Todos comíamos, sentados sobre tablas o donde fuera, pero felices, éramos como una familia. Los estudiantes proveníamos de todas las condiciones sociales y económicas. Me parece que combinar la actuación con comunicación es fundamental, porque adquieres una visión mucho más amplia de la actuación, sobre todo cuando comienzas a estudiar y a hacer análisis semiótico. 

¿Y qué te parece volver a la Universidad, esta vez ya como un actor consagrado?
Es genial volver a la Universidad de Lima para esta obra de teatro. El primer día que fui a la sala, después de tantos años de ausencia, casi tuve que solicitar un guía, porque la desconocí por completo. La Ulima ha crecido muchísimo, está linda, la infraestructura es excelente, tiene todo lo necesario para que los alumnos estudien cómodamente. En mi época solamente existían tres pabellones y, casi para terminar la carrera, se hizo uno más. Me da mucho gusto ver que la Universidad siempre está creciendo, renovándose y actualizándose.