20 de Diciembre de 2016

Chico de hierro

Stefano Ratto es el Ironman peruano. Ganó la competencia de triatlón que lleva ese nombre, en el 2013, en Hawái, y también ha nadado la ruta de Olaya (de Chorrillos al Callao), ha braceado en las frías aguas del lago Titicaca y ha recorrido la ruta Salcantay, una caminata de 72 kilómetros cuya meta es Machu Picchu.

Este año, aunque el trabajo no le permite entrenar con la intensidad que él quisiera, representó al Perú en el mundial de media distancia, en Australia, y quedó en tercer lugar en el nacional absoluto. ¿Podrías imaginar que este gran deportista se inyecta insulina varias veces al día?

Pues así es. Stefano convive con su diabetes desde los nueve años. Esta condición no le ha impedido llevar su vida tal como ha querido y ese es precisamente el mensaje que lleva a niños con diabetes, y a sus padres, en las diferentes charlas que ofrece. Su objetivo es motivarlos a no ponerse límites, pero sí a prevenir bajas o subidas de glucosa.

Con las conferencias que brinda esporádicamente, ha logrado recaudar fondos para adquirir glucómetros e insulina para donar en diversas ocasiones, y ha conseguido que los laboratorios donen medicamentos a gente de pocos recursos.

En las siguientes líneas, Stefano, ingeniero industrial por la Universidad de Lima, comparte su entusiasmo por la vida.

¿Entrenas desde chico?
En el colegio hacía deportes, algo de básquet, tenis en verano. También he hecho palestra, skate, he probado de todo, pero no de una manera tan planificada como desde que entré a la Universidad. Un día mi hermana me pidió que la acompañara a nadar… ella duró dos meses y yo seguí. A fines del 2010, cuando estaba en segundo ciclo de la Universidad, me invitaron a una prueba de triatlón, participé, me gustó y seguí entrenando. Me encantó el ambiente, la gente, las superbuenas vibras, me gustó la exigencia de la prueba.

Implica un desgaste físico muy fuerte.
Es un desgaste increíble y el entrenamiento es bastante exigente. Yo ahora entreno menos que cuando estaba en la Universidad, porque mis horarios no son fijos, todo es impredecible. El año pasado, justo antes de empezar a trabajar, participé en una competencia en Ecuador y clasifiqué al mundial de media distancia, que fue en Australia.

¿En qué trabajas?
Trabajo en el BCP, en el Centro de Innovación, en el área de proyectos digitales. Tengo ya casi 6 meses. Antes trabajé en G4S, una empresa que ofrece servicios de seguridad. Ahí estuve como analista por 11 meses y, en abril del 2016, fui ascendido a jefe de operaciones.

¿Tu trabajo te permite participar en las competencias?
Dentro del banco hay un gimnasio, eso me ayuda bastante. Además, la Universidad inauguró una piscina semiolímpica este año en el Complejo Deportivo de Mayorazgo y me queda a 5 cuadras, eso también es una ventaja, ya que puedo ingresar como ex alumno. No entreno como en la época de estudiante, pero así he podido seguir compitiendo. Hace como un mes, fui a Punta del Este, esa era 70,3 (como el mundial al que fui) y quedé segundo. Otra competencia fue el nacional absoluto de triatlón, quedé tercero.

¿En qué consiste tu entrenamiento?
Trato de pedalear 5 veces a la semana, nadar 3 veces y correr 3 veces. En total, 14 a 16 horas en la semana.

¿Llevas una alimentación especial?
Soy diabético desde los nueve años, sigo una alimentación balanceada, sé qué comer y me trato de adaptar a lo que hay en mi casa.

¿Tus padres son diabéticos también?
No. El pariente diabético más cercano es una prima lejana de mi abuelo, o sea que mi diabetes no tiene un origen genético. Esa fue la parte más crítica, porque, cuando me diagnosticaron, mis padres no tenían información sobre el tema y se asustaron bastante. Luego todo se fue haciendo rutina. Yo me mido el azúcar en la sangre cada dos horas y me inyecto insulina varias veces al día. La tecnología que hay ahora me facilita mucho las cosas, porque uso un parche en la espalda, que tiene una aguja, y me manda mediciones cada cinco minutos de mis niveles de azúcar al celular y corrijo cualquier problema antes de que salga del rango. Cada año surgen novedades para los pacientes diabéticos.

¿Cuál fue la reacción de tus padres cuando recibiste ese diagnóstico?
Fue un shock para ellos, no sabían qué iba a pasar. Pero siempre me apoyaron, y eso es fundamental. Es muy importante que no te limiten nada, que te incentiven a conocer lo que debes comer. Los amigos también me ayudaron bastante en esa etapa. Pero aprendí que la diabetes y el deporte no son incompatibles y me han invitado a dar charlas a diferentes grupos, ONG, sociedades médicas, asociaciones de diabetes de niños y adolescentes, grupos de mamás con hijos diabéticos, etcétera. Creo que estas charlas ayudan bastante, porque se rompen paradigmas.

¿Conoces a otros deportistas destacados con diabetes?
Hay varios. Gary Hall, el nadador olímpico, era diabético. También Chris Jarvis, un remero inglés que ha ido a varias olimpiadas. La diabetes no es una excusa para no hacer deporte.

¿Quisieras añadir algo?
Quisiera agradecer a mi familia. Su apoyo ha sido clave para mí. En especial el de mi papá, no solo en cuanto a la diabetes y al deporte, él siempre ha estado detrás de mí. Y lo curioso es que tanto mi papá como mi mamá han estudiado Ingeniería Industrial en la Universidad de Lima, igual que yo, y tal como lo hace ahora mi hermana. Mi hermano también tiene planes de hacerlo.

Otros de los retos físicos de Stefano son haber ganado en la media Iron Man (la mitad de distancia), en Paracas, en el 2014, y otros primeros puestos obtenidos en varias competencias de triatlón (3,86 km de natación, 180 km de ciclismo y 42,2 km de carrera pedestre) en diferentes lugares. Ahora se prepara para la Triatlón Ironman 70.3, que se realizará en abril del próximo año, en Lima.