02 de Septiembre de 2022

Egresada Ulima culmina una maestría en el MIT

En el 2018, después de cinco años de trabajar en Cineplanet, con un equipo formado y luego de alcanzar todas las metas que se había propuesto ahí, Angélica Chíncaro decidió dar un salto en su carrera: postuló a un posgrado en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Su plan se concretó en el 2020 y estudió la maestría Integrated Design Management. Además, logró ser asistente de cátedra en los cursos Leading Creative Teams y Product Design y pasante en Research and Design Strategy IA Collaborative en el MIT. En la siguiente entrevista nos comenta su experiencia, desde el proceso de postulación hasta el final de sus estudios. También explica en qué se ocupa actualmente y qué hacía en sus anteriores trabajos.

¿Cómo te fue en la maestría que llevaste en el MIT?
Me encantó. Es una maestría que combina tres disciplinas: negocios, ingeniería y diseño. El MIT es una de las cinco mejores universidades del mundo, por lo que siento que es un sueño cumplido. 

¿Cómo fue el proceso de postulación?
Recuerdo que vi un catálogo de los alumnos y me pareció que todos habían hecho cosas increíbles para su país, que estaban cambiando el mundo. Yo quería estudiar ahí, pero me parecía que era difícil, pues debía competir con gente de todo el mundo. De todas formas, rendí los exámenes y escribí un ensayo en donde indicaba cuáles eran mis metas y qué quería lograr con la maestría. Pero lo más retador para mí fue armar un portafolio. Me puse a pensar cómo mostrar mis historias, entonces hice un mapa de toda mi carrera, luego seleccioné las historias que habían marcado mi vida profesional e identifiqué aquella que era la más fuerte: armar un equipo digital, el primer equipo interdisciplinario en mi empresa, que era de Perú y Chile. Conté toda la historia de cómo fue, cómo planteé el tema al CEO, cómo conseguí el equipo, el presupuesto, y cómo logramos las metas. Y luego dibujé todo. ¡Hice 200 dibujos!

¿Tú dibujas bien?
Sé dibujar, me parecía divertido hacerlo, pero nunca lo vi como algo útil. Sin embargo, ahora, en Estados Unidos, me sirve muchísimo para expresar mis ideas, para contar un plan, para aplicar una estrategia. 

Te sirvió también para estudiar donde querías…
Sí. Me demoré mucho en hacer el portafolio, pero siento que fue uno de mis elementos diferenciadores. La postulación se dio justamente durante la pandemia, cuando el cine –donde yo trabajaba– había cerrado. Estaba preocupada, porque no sabía qué iba a pasar, y el MIT se demoraba en contestarme. Entonces tuve una entrevista con una universidad de Pensilvania y me fue bien. Tenía esa oportunidad aprobada, pero mi sueño era el MIT. Finalmente, me llamaron, me hicieron una entrevista muy divertida y muy interesante, y entré. 

¿Qué te pareció divertido de la entrevista?
Es que la mayoría de entrevistas son serias, muy orientadas a los objetivos, pero en esta me preguntaron cosas curiosas, cómo era yo, qué haría si tuviera una lámpara de deseos, qué cosa le pediría. Me gustó mucho la entrevista. Creo que trataban de descubrir mi esencia como persona y ver cómo podía contribuir con el resto del mundo. Afortunadamente, me fue bien. 

Una vez que empezaste a estudiar, ¿cómo te fue?
Al comienzo sufrí el síndrome del impostor, sentía que no pertenecía allí, que alguien me había puesto en ese lugar por un favor, que mis habilidades estaban debajo de las de los demás. Las personas con las que hablaba eran maravillosas y habían hecho de todo, y yo me preguntaba cómo me habían aceptado. Luego me di cuenta de que tenía un valor, que nadie me hizo un favor, y entendí cómo podía contribuir, pues había gente que quería trabajar conmigo, que me buscaba y me decía: “Hay que hacer una empresa juntos”. 

¿Qué aprendizaje de la maestría enfatizarías?
Aprendí mucho de analítica de datos. Cada alumno diseña su maestría, porque hay un curso base, pero los demás cursos los elige cada uno. Los que yo escogí eran de análisis de datos, estrategia, operaciones e innovación. Por el lado de diseño vi temas centrados en el usuario (human-centered design). Por otro lado, yo había trabajado siempre en digital o en servicios, y quería aprender a hacer prototipos físicos y a trabajar con diferentes materiales. Tuve la oportunidad de hacerlo en el laboratorio y aprender a hacer botones, organismos electrónicos, todo lo que yo pensaba se podía materializar, y eso me gustaba. Y había gente que venía de hacer manufactura y quería hacer digital. Entonces yo ayudaba con eso y ellos me ayudaban a mí con la manufactura. Era un intercambio de conocimientos.

¿Cómo se maneja el tema de innovación en el MIT?
Creo que la definición de innovación del MIT es simple: es crear algo nuevo que aporte valor. No basta inventar algo, pues mientras no tenga valor para alguien, no es una innovación. Los ingenieros saben muchas cosas, pero yo, que venía de negocios, les preguntaba: ¿Cómo vas a capitalizar eso para que la gente lo pueda utilizar y se sienta más feliz después de hacerlo? 

¿Actualmente qué haces?
Trabajo en una consultora de innovación y diseño, que tiene clientes como Google, Airbnb, Nike, entre otros. Me resulta muy interesante trabajar ahí, porque me permite conocer diferentes industrias. 

¿Podrías comentar alguna consultoría que has llevado a cabo ahí?
En el verano trabajé en una consultoría para el hospital de cáncer más grande de Estados Unidos. Les ayudé a mejorar el proceso de referencia para los pacientes que son derivados a un hospital de cáncer. Ese proceso no era bueno, era incómodo, no funcionaba muy bien. Yo tenía que plantear cómo mejorar el proceso para que fuera mucho menos doloroso para los pacientes, para los médicos y las enfermeras. Aprendí mucho sobre el sistema de salud de Estados Unidos, sobre cómo funcionan los seguros.

¿Cuál fue la mejora o la propuesta que hicieron para el hospital de cáncer?
El planteamiento fue unificar todos sus sistemas, porque tenían demasiados sistemas dispersos. También hicimos un flujograma que se colocó en la web para mostrarle al paciente en qué parte del proceso está; planteamos que los documentos se pusieran en línea y que no se mandaran físicamente las pruebas de rayos X ni nada, porque al usuario le pedían el mismo documento hasta cinco veces, y si está en un lugar al que cualquier médico puede acceder, resulta más sencillo. 

¿Qué te gustaría hacer más adelante?
Mi sueño es trabajar en innovación en la educación. Siempre he participado en voluntariados de educación, incluso estuve en el MIT Teaching Lab y llevé un curso en Harvard sobre innovación y educación. Siento que la educación es uno de los caminos que te lleva a cambiar el mundo. 

¿Te ha costado más adaptarte a vivir en Estados Unidos?
Siento que he vivido en una pequeña burbuja, la burbuja del MIT, donde todo el mundo es agradable, todos quieren ayudar y son felices. Ahora, me voy a vivir a una ciudad donde las cosas no son iguales. Aunque, en general, siento que la gente que me rodea es muy amable. Por otro lado, hablar en inglés las 24 horas del día es toda una experiencia. Al inicio trataba de hablar sin acento, pero tengo amigos de Rusia, de Pakistán, de Zimbabwe... y cada uno tiene su propio acento. Así que ahora valoro más que antes las diferencias, mi acento, mis diferencias, me siento orgullosa de ser peruana.

¿Cómo resolviste la parte económica de llevar una maestría en el MIT?
Tengo deudas por un préstamo, pero no son tan grandes. Lo bueno es que en el MIT existe la posibilidad de ser teacher assistant o research assistant y de esa manera te pagan el 65 % de los estudios. En el segundo ciclo conseguí ser teacher assistant. Además, hay que pensar que, con el trabajo que uno consigue después, puede pagar el préstamo. 

¿Optaste por esos puestos una vez que llegaste al MIT o antes?
Muy poca gente los consigue antes, solo si hablan con un profesor que necesita algún estudio o proyecto para el cual el postulante tiene una característica particular.  

¿Qué hacías en Cineplanet?
Me inicié como asistente de Marketing Digital en el 2013, cuando digital & social media comenzaba a tomar fuerza en el país. Llegué en medio del proyecto de la renovación de la página web y el lanzamiento de la aplicación móvil. Tuve muchísima suerte de ser incluida en ese emocionante proyecto. Fue así como descubrí el desarrollo de productos digitales, user experience, user interfaces (agile methodologies, human-centered design, etcétera), y aprendí lo maravilloso que es trabajar con equipos multidisciplinarios. Con el tiempo, me fui despegando de redes sociales y mi rol final en Cineplanet fue de Digital Product Manager. Mi objetivo principal era incentivar a los clientes a comprar sus entradas y productos de Dulcería de manera digital. Ahora parece algo muy común, pero hace unos años había que diseñar estrategias para lograrlo y las opciones de soporte para un ecosistema digital no estaban tan desarrolladas. 

¿Cuáles eran las principales barreras en ese entonces?
El nivel de bancarización no era tan alto y existía un temor por las transacciones online. Aprendí muchísimo y las historias de éxitos y lecciones aprendidas son las que me ayudaron a postular e ingresar al MIT. 

¿Qué logros podrías mencionar en tu carrera?
Crear el equipo digital –compuesto por desarrolladores, diseñadores, marketeros– con liderazgo de producto y tecnológico. Esa es la historia de la que estoy más orgullosa. Tuvimos una gran caída cuando migramos del sistema central operativo y las plataformas digitales sufrieron un gran cambio (poca estabilidad inicial, bugs, nueva interfaz). Todo eso golpeó la confianza de los usuarios. Fue complicado recuperarla y la única manera de lograrlo era con una visión unificada y holística, tecnología y producto, trabajando mano a mano. El liderazgo de Cineplanet confió en la visión propuesta y pudimos crear el equipo. Cineplanet me dio la confianza para experimentar, probar nuevas tecnologías, equivocarme y aprender de los errores. Por eso siempre estaré agradecida.

¿Dónde habías trabajado anteriormente y qué hacías?
Anteriormente trabajé en Arellano Marketing y en Real Plaza. En Arellano me encargaba de desarrollar productos en el equipo Multiclientes. Buscaba tendencias en distintas industrias e identificaba necesidades de información que podrían ser convertidas en productos de investigación de mercado. Ahí aprendí mucho de research, comportamiento del consumidor y ventas. En Real Plaza, mi rol estaba más orientado al marketing de experiencia. Ayudaba con el planeamiento de eventos, creación de promociones, todo orientado a conseguir mayor cantidad de visitantes en el mall y que esas visitas fueran lo más interesantes e inolvidables posibles. 

Finalmente, ¿cómo fue tu experiencia de estudios en la Universidad de Lima?
Yo pertenecí a la primera promoción de la Carrera de Marketing. Éramos pocos, unas 30 personas en la promoción. Teníamos bastante contacto con los profesores, me gustó esa cercanía. En la Universidad de Lima aprendí a trabajar en equipo. Desde el primer momento nos mandaron a hacer equipos y aprendí enormemente sobre el manejo de personalidades distintas y, sobre todo, a trabajar por una meta en común. La Universidad me enseñó a elegir mis batallas, a sacar lo mejor de cada uno. Todo ello me sirvió mucho para el mundo laboral. Los cursos estaban muy bien alineados con el desarrollo de la carrera a nivel mundial. Recuerdo que llevé cursos de marketing digital cuando el tema recién estaba empezando y, al salir de la Universidad, no mucha gente sabía lo que era eso. Yo disfrutaba las clases, los profesores nos dieron una buena base teórica y también nos contaban sus experiencias laborales. Yo tomaba notas de todo. Mi carrera me gustó mucho.