Queridos bachilleres de la vigesimoprimera promoción, promoción 2024-2

Autor(es)

Enrique Bonilla Di Tolla

Director de la Carrera de Arquitectura

“Amo lo inicios. Los inicios me llenan de maravilla. Yo creo que el inicio es lo que garantiza la prosecución. Si esta no tiene lugar, nada podría ni querría existir. Tengo un gran respeto por la instrucción porque es una inspiración fundamental. No es solo una cuestión de deber, es innata a nosotros. La voluntad de aprender, el deseo de aprender, es una de las mayores inspiraciones. No me emociona en igual medida la educación. Aprender está bien; pero la educación es algo que siempre está en discusión porque ningún sistema consigue captar jamás el verdadero significado de aprender”.

“Amo los inicios”, de Louis I. Kahn.

Cuando ingresaron a nuestra Carrera de Arquitectura, probablemente no pensaron que la arquitectura les cambiaría la vida. Llegaron a ella adolescentes, algunos con cierta inseguridad, otros un poco más decididos, pero a medida que iban avanzando seguro descubrieron que esta carrera, a diferencia de otras, es una forma de vivir.

Me imagino también que si han continuado en ella es porque han aceptado esta forma de vivir y han aprendido a disfrutarla. Han comprendido que han estudiado la carrera más hermosa del mundo y que por lo tanto no se ejerce —se disfruta—, y tal vez eso sea lo más importante de aquí en adelante. La arquitectura es lo más parecido a la vida y esto está debidamente entendido; esta profesión los llevará lejos. Y eso tal vez sea lo que nos sucede a muchos de nosotros, que en el continuo pasar de los tiempos nos mantenemos unidos a ella, porque gustamos de ella, tanto que hemos decidido vivir con ella.

Pero no es a esos “inicios” a los que quiero referirme hoy, sino a estos inicios, los que empiezan hoy. Estos empiezan como todo en la vida, con un compromiso, un sólido compromiso —sólido como una piedra— y tal vez equivalente al que uno adquiere con el matrimonio, pero —recurro a una cita de Fernando Belaunde— debe ser siempre un matrimonio por amor y nunca por interés. Hay profesiones que se ejercen por vocación, pero la arquitectura solo puede ejercerse si uno la ama y mucho mejor si es apasionadamente.

Por otro lado, emprender la arquitectura solo con ánimo de lucro puede hacerle perder su esencia. Nuestra carrera es fundamentalmente social. Más ética y menos estética, proclamaba hace unos años Massimiliano Fuksas desde la Biennale di Venezia, y el sonido no deja de retumbar en nuestros oídos. Se construye para el ser humano y para el pleno desarrollo de la vida humana. Este es uno de los principales compromisos del arquitecto. 

Pero la arquitectura también es un verdadero tesoro que debemos preservar. Esta vieja carrera, cuyos orígenes se pierden en el tiempo —tanto que muchos dicen que somos la segunda profesión más antigua del mundo—,  se ha mantenido y se mantendrá por dos razones: porque somos absolutamente necesarios, ya que construir es un acto humano por naturaleza, que resuelve la necesidad de cobijo, y porque nuestra labor es convertir ese acto humano en algo digno, que hace que una simple necesidad nos lleve a construir un objeto estético y se convierta en arte, es decir, en arquitectura.

A pesar de que la vida está llena de vicisitudes, y seguramente la mayor parte de las veces tendrán que actuar con pragmatismo, y que además muchas veces la realidad se imponga a nuestros sueños, jamás los pierdan de vista. Nunca dejen de soñar y piensen, como dice el gran escritor uruguayo Eduardo Galeano, que la utopía está siempre allí, en el horizonte. Debemos caminar siempre hacia ella: cuando demos dos pasos, la utopía se alejará dos pasos. Para eso sirve la utopía, para caminar.

Caminar es importante, pero un arquitecto debe además construirse y construir. Miremos el mundo como si fuera reciente, como un nuevo Macondo, donde todo está por hacerse y háganlo. Construyan con el mismo entusiasmo de aquellos, nuestros antecesores, que, durante el Gótico, cuando construyeron las catedrales, no vieron en ella un simple oficio de canteros de tallar la piedra, ni una manera de ganarse la vida. Sabían que cada una de esas piedras, por pequeña que fuera, construiría la catedral. Construyan ustedes la suya propia, a su estilo.

Sin embargo, debemos ser absolutamente cautos. El ejercicio del arte puede ser muy peligroso si no se administra con prudencia. Los arquitectos como los artistas suelen muchas veces ensimismarse y llenarse de vanidad.  Otras veces suelen caer fácilmente en la frustración, la fatiga y la soledad. Por eso, deben estar preparados para tomar con humildad los halagos, que serán pocos, y con sabiduría las críticas, que seguro serán bastante más. Por ello, hay que cultivar siempre el espíritu, mantener una sana disciplina y ser benignos consigo mismos. Un buen profesional debe siempre escuchar tanto al humilde como al poderoso, al obrero y al doctor, al modesto empleado y al poderoso gerente: cada cual tendrá siempre una historia que contarnos, cada uno nos traerá una enseñanza y cada enseñanza será un ladrillo más en la construcción personal y profesional.

De la misma manera, nunca menosprecies un encargo. Considera tan importante construir un gallinero como una catedral, tal como aconsejaba Frank Lloyd Wright a los jóvenes arquitectos, ya que el carácter puede ser pequeño en lo grande y grande en lo pequeño.

Hoy, queridos exalumnos, recibirán un diploma donde la Universidad de Lima los acredita como bachilleres. Pronto recibirán un diploma en nombre de la Nación que los acreditará como arquitectos. Pocos reparan que al ser profesionales adquirimos un compromiso con la Nación, que no es otra cosa que el conjunto de la sociedad civil, el conjunto de ciudadanos que deberá premiar o denunciar nuestros actos. 

Por eso, este diploma que reciben es también un acto de esperanza. Nosotros sus profesores los hemos formado con el pleno convencimiento de que ustedes serán mejores que nosotros, con la plena fe de un mundo mejor, que seguramente vendrá, con profesionales idóneos y ciudadanos honestos.

Por eso, el diploma que reciben es una herramienta que ponemos en sus manos, pero también quisiéramos poner en sus corazones nuestra esperanza, la convicción de que ustedes serán excelentes arquitectos. Sé que eso será así, y no tengo dudas de que mañana podré decir, que podremos decir con orgullo, que son nuestros exalumnos arquitectos de la Universidad de Lima.

Todo pasa y todo queda, dijo el poeta Antonio Machado en uno de sus conocidos “Cantares”. Lo de ustedes es pasar y lo nuestro, lo de los profesores, es quedar. Nosotros sus profesores vemos, no sin pena, como su barco se aleja mientras nosotros estamos en el puerto. Tengan presente que los vamos a echar mucho de menos y será una alegría volverlos a ver porque, a pesar del tiempo y la distancia, esta será siempre su casa.

Permítanme ahora también hablar de nosotros, sus profesores. O tal vez mejor hablar de ese grupo de jóvenes arquitectos que desde hace quince años me acompañan en este proyecto de llevar adelante nuestra escuela de arquitectura, la misma que hace más de dos años es la Facultad de Arquitectura y que hoy está aquí representada por Ángeles y Fiorella. A todos ellos quiero decirles gracias por haber aceptado este reto de construir juntos este proyecto. Soy hoy un hombre agradecido que ha confiado siempre en sus exalumnos y no me han fallado. Quiero decirles hoy que también confío plenamente en ustedes y estoy seguro de que sabrán responder de la misma manera que lo han hecho sus maestros. Tal vez crear esta Facultad de Arquitectura ha sido el principal logro de mi vida.

Hoy es un día de celebración y de alegría. Están aquí sus padres, sus hermanos, sus parejas, familiares y amigos. Disfruten profundamente de este día, pero no olviden que hoy también empezamos un compromiso, un compromiso con ustedes mismos, porque la plena felicidad solo se consigue con la realización personal y solo la plena realización personal es capaz de irradiar la misma felicidad a nuestros semejantes y hacer mejor nuestras vidas. Por eso mantengan siempre el interés por su carrera, que desde hoy los acompañará para siempre.

Para terminar, permítanme hacerlo con este hermoso poema titulado “Canto de mí mismo”, del poemario Hojas de hierba de Walt Whitman:

“Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.
Vago… e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
Para ver cómo crece la hierba del estío.
… Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que me muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es mi misión y no lo olvidaré;
que nadie lo olvide”.

Muchas gracias.

Citar esta entrada de blog (APA, 7.ª edición):
Bonilla Di Tolla, E. (25 de agosto de 2025). Queridos bachilleres de la vigesimoprimera promoción, promoción 2024-2. ARQUlima: Blog de la Carrera de Arquitectura de la Universidad de Lima. https://www.ulima.edu.pe/arquitectura/blog/queridos-bachilleres-de-la-promocion-2024-2 

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