UN SECTOR PÚBLICO MÁS EFICIENTE Y DINÁMICO

Isabel Jurado Sosa, ingeniera industrial de la Universidad de Lima, ha construido una carrera marcada por su compromiso con el servicio público. Tras seis años en la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS), donde descubrió su interés por transformar la gestión estatal, decidió ampliar sus horizontes académicos y profesionales. Fue aceptada con beca en cuatro prestigiosas universidades estadounidenses, incluidas Harvard y Johns Hopkins. Finalmente, optó por Harvard, donde cursa una maestría en Políticas Públicas y Administración Pública.

Te aceptaron en cuatro universidades. ¿Por qué decidiste optar por el programa de Harvard?
Efectivamente, postulé a cuatro universidades en Estados Unidos, todas con maestrías en políticas públicas y administración pública, y recibí becas en las cuatro. En dos de ellas —Harvard y Johns Hopkins— obtuve una beca del 100 %. Finalmente, decidí venir a Harvard, principalmente porque era un programa que me gustaba mucho. Actualmente, curso el segundo año de la maestría y me graduaré en mayo de 2025.

¿Cómo fue el proceso de postulación?
El proceso de postulación tiene varios componentes. En primer lugar, están los ensayos que las universidades piden, en los cuales los aplicantes respondemos preguntas sobre por qué queremos ese programa, por qué elegimos esa universidad y por qué somos buenos candidatos. El segundo componente son las cartas de recomendación, que, en mi caso, fueron de mi jefe de ese momento en la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP, y de un profesor de la Universidad de Lima, quien fue mi asesor de tesis. El tercer elemento es la hoja de vida, que debe ser sólida al reflejar toda la experiencia ganada. El cuarto corresponde a los exámenes estandarizados. En mi caso fueron dos: el TOEFL, para medir suficiencia en inglés, y el GRE, que evalúa habilidades de razonamiento verbal y matemático en inglés. Esos fueron los puntos clave del proceso.

Una vez que llegaste a Estados Unidos, ¿cómo te alineaste a un nuevo método de enseñanza y al nuevo entorno?
Fue un proceso interesante. La primera barrera que enfrenté fue la lengua. Aunque tengo un conocimiento avanzado de inglés y aprobé los exámenes requeridos, es diferente adaptarse a una vida en la que el 100 % de las interacciones se realizan en un idioma distinto al tuyo. Es un proceso que toma tiempo y esfuerzo. El desafío está en aprender a convivir con esa realidad. Ese es el primer reto que enfrentamos quienes emigramos. Un segundo reto es ajustarse a un nuevo presupuesto. Vivir en un país desarrollado implica un estilo de vida distinto y, por supuesto, un presupuesto más alto. Creo que esos dos aspectos han sido los principales desafíos al llegar a este país.

¿Cómo te va con el programa de estudios?
Muy bien. Mi experiencia es muy positiva. Después de haber culminado el primer año, entiendo cómo funciona la universidad y los cursos. Incluso estoy aprendiendo mucho fuera de los salones de clase. Una de las grandes ventajas de las universidades de primer nivel es que ofrecen muchísimas actividades extracurriculares que nos permiten desarrollar diversas habilidades. Por ejemplo, el año pasado participé en un programa de formación política llamado From Harvard Square to the Oval Office. Es un proceso de selección para preparar a estudiantes que quieran hacer carrera política en sus países, con diversas herramientas y conocimientos específicos. Fue una experiencia excelente. Además, formé parte del Student Government, que es como el consejo estudiantil aquí. Representé a mi clase, compuesta por 250 personas, frente a las autoridades de la universidad. Fue una experiencia muy enriquecedora que me permitió poner en práctica y desarrollar habilidades que quizás no hubiera podido adquirir dentro de un salón de clases.

¿Qué roles desempeñas este año dentro de la universidad?
Este año decidí asumir la presidencia de la Asociación de Estudiantes Peruanos en Harvard. Somos una asociación de alrededor de sesenta a setenta estudiantes peruanos en las distintas escuelas de Harvard, y tengo la enorme responsabilidad, el honor y el placer de liderar esta organización.

¿Has tenido la oportunidad de realizar prácticas?
Sí. Aunque no es obligatorio, la mayoría de los estudiantes realizamos prácticas entre el primer y segundo año, durante las breves vacaciones de verano. Yo las hice entre mayo y agosto, en una empresa de inversión de impacto. Esta compañía se dedica a invertir en startups y fintechs que promueven la inclusión financiera, especialmente en mercados emergentes. Identifican a estas empresas, invierten en ellas y luego miden su impacto en términos de inclusión financiera. Por mi experiencia previa de seis años en la Superintendencia, ya tenía conocimiento sobre regulación e inclusión financiera. Eso me permitió conectar mi trayectoria anterior con algunos de los temas que aprendí en la maestría, lo que me llevó a decidir hacer mis prácticas en esta empresa.

¿Qué desafíos enfrentaste durante tus prácticas?
El principal reto fue que era mi primera vez en un entorno laboral con personas de diferentes países que hablaban distintos idiomas. Es una firma global con presencia en India, Estados Unidos y Latinoamérica, así que coordinar fue un desafío, especialmente porque todos trabajábamos de manera remota. Por ejemplo, mientras para mí era las diez de la mañana, para un compañero en otro continente podían ser las diez de la noche. Fue un gran reto adaptarme a esa realidad, pero es algo que aprendí a manejar. Estas experiencias me permitieron entender cómo funcionan las empresas globales hoy en día. Es un cambio de perspectiva enorme y valioso respecto de mi experiencia laboral anterior, que fue muy buena también.

¿Qué planes tienes para cuando termines tus estudios?
Me gustaría quedarme unos tres años en Estados Unidos para ganar experiencia profesional. Por el tipo de programa que curso, mi visa de estudiante me permite trabajar por ese tiempo después de graduarme. Creo que la meta de quienes tenemos la oportunidad de recibir una educación de calidad debería ser volver al país y contribuir con lo que hemos aprendido, y aplicar las habilidades que desarrollamos para impulsar el progreso en nuestro país.

Antes de viajar, ¿qué trabajos habías tenido en el Perú, además de la SBS?
Mi primer trabajo fue en KPMG, firma de auditoría internacional. Me contrataron cuando aún estaba en mi último ciclo en la Universidad de Lima. Trabajé ahí durante un año y medio. Después de KPMG, ingresé a la SBS, a través de su programa de extensión, que es absolutamente meritocrático y está diseñado para reclutar a estudiantes recién graduados con alto potencial y excelencia académica. Tras tres meses de entrenamiento, clases y aprendizaje, me ofrecieron la oportunidad de trabajar en la Superintendencia, donde permanecí seis años.

¿Qué roles desempeñaste en la Superintendencia?
Pasé por dos áreas principales. Al ingresar, estuve en el Departamento de Supervisión de Conducta de Mercado, que se enfoca en temas de protección al consumidor financiero. Luego, me trasladé al área de Supervisión de Banca, donde los temas eran más prudenciales, relacionados con riesgos. En esa área, me encargué de verificar las carteras de crédito corporativo de entidades financieras y otras instituciones del país.

¿Qué valoras más de tu tiempo en la SBS?
Ese fue mi primer contacto significativo con el sector público. Ahí descubrí una vocación que no sabía que tenía: el servicio público. Entrar a la Superintendencia marcó una gran diferencia en mi carrera, porque me permitió descubrir un sector que desconocía completamente y que se convirtió en mi vocación. Gracias a esa experiencia, ahora estoy haciendo una maestría en políticas públicas.

Además de tus estudios y tu trabajo, ¿desarrollabas alguna otra actividad cuando estabas en el Perú?
Sí, fui parte de una organización llamada Impacta: Jóvenes por la Gestión Pública. Fui voluntaria allí por tres años, y ese espacio fue muy importante para mí. Es una ONG que busca transformar la gestión pública en el Perú, y para ello atrae más talento joven al sector público. Fue una manera de reafirmar mi interés en trabajar para generar un impacto positivo en el país. Esta organización tiene tres pilares: atraer talento joven al sector público, desarrollar ese talento dentro de las instituciones y, con ese talento, transformar lo público desde adentro. Tuve la enorme oportunidad de ser voluntaria allí por casi tres años. Aunque ahora lo hago de manera más pasiva debido a mis circunstancias actuales, ese espacio extracurricular fue fundamental para mí. Me permitió conectar con mi propósito, algo que siempre trato de transmitir a quienes me preguntan cómo postular a maestrías o elegir una. Ser voluntaria en esta organización me ayudó a conectar todas las piezas: propósitos y vocaciones que no sabía que tenía hasta que las experimenté en la práctica.

El sector público puede ser frustrante a veces por la burocracia o la lentitud de los procesos. ¿Cómo has lidiado con esos desafíos?
Es una realidad innegable. Hay aspectos del sector público que pueden ser muy frustrantes. Sin embargo, en mi experiencia, la SBS es una institución pública moderna y prestigiosa. Aunque no funciona como un ministerio o una entidad pública más tradicional, enfrenta algunas prácticas inherentes al sector público. Para lidiar con esos desafíos, es fundamental recordar constantemente la finalidad del servicio público: servir a los ciudadanos y contribuir al país. Es importante no perder de vista este objetivo, ya que es lo que marca la diferencia con el sector privado, cuyo propósito es generar rentabilidad y riqueza. En el servicio público, trabajamos con recursos que requieren procesos distintos, que nunca serán tan ágiles como los del sector privado. Entender y aceptar que los objetivos son completamente diferentes me ayudó a mantenerme enfocada en el impacto positivo que podía generar. Aunque movilizar recursos públicos nunca será igual a movilizar recursos privados, debido a los procesos burocráticos, siempre hay formas de hacerlo mejor. No podemos cruzarnos de brazos y pensar que no se puede mejorar. Creo firmemente que mientras más jóvenes ingresen al sector público con miradas frescas y ganas de transformarlo, surgirán muchas oportunidades de cambio. En los seis años que estuve en la Superintendencia, vi cómo estas ideas frescas podían generar un impacto positivo. Por eso, es importante no perder de vista el objetivo de hacer el sector público más eficiente y dinámico.

Para finalizar, ¿cómo fue tu experiencia en la Universidad de Lima?
Estoy muy contenta y orgullosa de ser ingeniera industrial de la Universidad de Lima. Llevo a mi alma mater con mucho orgullo y cariño adonde voy. Durante mi tiempo en la Universidad, no solo adquirí conocimientos importantes, sino que también formé amistades que mantengo hasta el día de hoy. En ese entonces, nunca vi el sector público como una opción, sin embargo, estoy convencida de que mi formación en la Universidad de Lima me preparó para ello. Recuerdo con mucho cariño a mis profesores y a los amigos que hice ahí. Ser ingeniera industrial es mi diferencial y lo que me permite aportar una perspectiva distinta a los equipos en los que participo, donde hay muchos economistas. Valoro muchísimo mi formación, porque me ha dado herramientas únicas para enfrentar retos profesionales. Quisiera destacar, además, la enorme responsabilidad que tienen las universidades de formar profesionales que también vean en lo público una carrera en la cual desarrollarse profesionalmente y, sobre todo, contribuir con el desarrollo del país.