05 de Noviembre de 2018

José Antonio Pejovés publica investigación histórica sobre comercio y arbitraje en el Perú

El interés del profesor de la Facultad de Derecho José Antonio Pejovés por el mar y las leyes viene en su ADN. Su padre, sus hermanos y otros parientes cercanos son o han sido abogados, y su cuarto abuelo por línea paterna fue un naviero muy activo en el tráfico marítimo del siglo XIX. Una mezcla genética y ambiental, como él asegura, que lo llevó a estudiar Derecho en nuestra Casa de Estudios y especializarse en derecho marítimo.

Este año, el Fondo Editorial de la Universidad de Lima publica su más reciente libro, El Tribunal del Consulado de Lima: antecedentes del arbitraje comercial y marítimo en el Perú, que se presentará el 6 de noviembre en la Feria del Libro Ricardo Palma.

¿Cómo alternas de abogado a historiador? ¿De dónde el interés?
Ha sido una tarea bastante interesante. No soy un historiador profesional; quizá uno diletante o amateur, si se quiere. Me gusta mucho la historia, siempre la he leído. Y hace unos años hice un viaje a Sevilla que definió mi interés por los antecedentes históricos del derecho marítimo y del derecho mercantil. Yo ya conocía la existencia de los consulados de comercio, que son corporaciones nacidas en el siglo XIII, pero cuando me enteré de que existió un Tribunal del Consulado de Lima que se fundó en el siglo XVII, mi interés fue en aumento.

¿Existen estudios previos parecidos a tu nuevo libro?
No se ha escrito mucho sobre el Tribunal del Consulado de Lima. No pasan de cinco o seis libros, enfocados solo en una óptica económica y no desde una perspectiva jurídica. Porque cabe recordar las funciones de esta institución: recaudadora de tributos, financiadora de obras, solucionadora de controversias, entre otras. Este libro se centra en su función jurisdiccional en materia comercial y marítima, la más importante.

Los consulados son gremios de larga data…
Por supuesto. El derecho marítimo es tan antiguo como el derecho mismo. Tiene como una de sus fuentes principales a un libro llamado El Consulado del Mar, cuyos orígenes están en Barcelona y Valencia en el siglo XIII. Aunque vale decir que tiene antecedentes más remotos, como el Código de Hammurabi o la Lex Rhodia de Iactu. El Consulado del Mar, además de un texto que compiló los usos y las costumbres de la gente de mar, fue el término con que se denominó a la corporación de mercaderes vinculados con el comercio marítimo. También sentó las bases de los consulados de comerciantes que nacieron en el Mediterráneo.

¿Cómo nace el Tribunal del Consulado de Lima?
Fue fundado por comerciantes, en su mayoría sevillanos asentados en Lima, la ciudad más importante de la Sudamérica española. Vale recordar que existía un monopolio, ilusorio, por cierto, establecido por la Corona, que disponía que el comercio entre España y las colonias se podía realizar en Sudamérica solo entre el Callao y Sevilla, situación que favoreció la aparición de este tribunal. Aunque con las reformas borbónicas del siglo XVIII esto terminó debido a la apertura del comercio, el Consulado de Lima continuó ejerciendo sus competencias en los intercambios comerciales entre la metrópoli y el Virreinato peruano.

¿Qué tipos de disputas comerciales existían en la época?
Hubo conflictos por incumplimiento de contratos de distinto tipo. El Consulado era también una especie de tribunal de quiebras, labor que de algún modo hoy ejerce el Indecopi. Asimismo, esta corporación resolvía controversias ligadas al comercio, entre las más comunes: las surgidas de la compraventa de bienes, los contratos de fletamento de buques, contratos de mutuo, y préstamos a la gruesa, que es el antecedente del seguro marítimo, entre otras.

Esta institución logró sobrevivir a la independencia. ¿Cómo se mantuvo vigente tantos años?
En efecto, funcionó entre 1613, su año de fundación, y 1887. Su vigencia se debe a que era un gremio de comerciantes con mucha influencia política. De algún modo, supieron acomodarse al cambio de época, del antiguo régimen virreinal a la república. Recordemos que eran grandes financistas. Y así como financiaron al Virreinato, luego hicieron lo mismo con algunos gobiernos republicanos. Colocaron dinero en obras de infraestructura, por ejemplo: la construcción de la vía que conectaba el puerto del Callao con el Centro de Lima, que es la actual Avenida Colonial, así como las primeras obras de infraestructura del puerto del Callao o la construcción de una parte de la muralla de Lima. Asimismo, el Consulado financió obras piadosas, como una parte de la basílica y el convento de San Francisco. Armó corsos para defender la ciudad de incursiones piráticas, como la del pirata antuerpiense Jacques L’Hermite en 1624; otorgó préstamos de dinero al rey y al virrey. Y, naturalmente, el Consulado velaba por sus propios intereses, haciendo cabildeos cuando correspondía.

¿En qué hechos se tradujo esta influencia política?
Por citar un caso: a mediados del siglo XVII, el virrey conde de Castellar se enfrentó a los comerciantes, pues quiso imponerles mayores tributos en una coyuntura que no les favorecía. Este enfrentamiento tuvo como resultado la defenestración de Castellar, quien fue desvinculado del Virreinato por orden del rey.

¿Qué motivos explican la extinción de este tribunal?
Vinieron nuevos tiempos. En el mundo, las cámaras de comercio cobraron auge en la segunda mitad del siglo XIX en Inglaterra y Estados Unidos. Los consulados se veían como organizaciones desfasadas. Por ejemplo, las Ordenanzas del Consulado de Lima de 1619 se mantuvieron casi sin modificaciones durante toda la existencia de la institución, a pesar de que hubo hasta seis ediciones, la última de 1820. De modo que la estructura era muy anacrónica, encorsetada, con unos formalismos que no sintonizaban con los vientos liberales que empezaron a soplar en el siglo XIX. Sin embargo, esto no significa que su desaparición haya sido abrupta, pues después de la independencia la corporación duró todavía 66 años más.

¿Qué entidades actuales realizan actividades semejantes a las del Consulado?
La Cámara de Comercio de Lima (CCL) es, de algún modo, la sucesora del Consulado de Lima. El Centro de Arbitraje de la CCL resuelve controversias comerciales y marítimas con un mecanismo alternativo de solución de disputas similar al que desplegó el Tribunal del Consulado de Lima.

Pese a que el arbitraje de aquel entonces tenía su propio marco normativo, se parece mucho a la institución arbitral de la actualidad. En el desarrollo de mi investigación hallé un laudo del siglo XVIII, cuya fórmula es muy parecida a la de cualquier laudo pronunciado actualmente. Se mantiene la esencia del arbitraje, con intervención de personas particulares distintas de la justicia ordinaria, que aplican normas especiales. El arbitraje que antes se enmarcaba en las Ordenanzas del Consulado hoy se sujeta a la Ley de Arbitraje y a reglamentos especiales. Si antes intervenían dos cónsules y un prior para resolver las controversias, hoy esta labor es asumida por árbitros.

¿Cuáles han sido las principales fuentes en esta investigación?
Diversos estudios historiográficos, especialmente la bibliografía que se ha ocupado de los consulados hispanos, como los de Burgos, Sevilla o Barcelona, y textos que han abordado los consulados de Lima y Nueva España [México]. Y las fuentes primarias recogidas principalmente en nuestro Archivo General de la Nación y algunos datos del Archivo General de Indias, en España.

¿Algún proyecto para el futuro?
He pensado en escribir otro libro enfocado en la compraventa internacional, el transporte marítimo y el seguro de mercancías. Este último libro sobre el Tribunal del Consulado de Lima ha sido, para mí, una incursión en la historia, al abordar los antecedentes del arbitraje, institución de especial trascendencia en la solución de controversias comerciales y marítimas. Espero seguir enseñando Derecho Marítimo en la Facultad y empezar a enseñar Historia del Derecho. El Tribunal del Consulado de Lima tiene una rica temática que compartir.