12 de Agosto de 2015

Presentación del libro ‘Una ficción desbordada. Narrativa y teleseries’ en la FIL 2015

¿Qué ha pasado con el relato televisivo de este tiempo? ¿Cuánto hay de distinto en esta narrativa? ¿Es el inicio de un nuevo orden para el viejo arte de contar historias? Estas son las preguntas que responde el libro Una ficción desbordada. Narrativa y teleseries, escrito por el docente y guionista Giancarlo Cappello, y publicado por el Fondo Editorial de la Universidad de Lima. Esta obra se presentó el 25 de julio en la Sala Ciro Alegría de la XX Feria Internacional del Libro de Lima, hasta donde asistieron para comentar la publicación, en compañía del autor, la directora del Instituto de Investigación Científica (IDIC), María Teresa Quiroz, y Emilio Bustamante, crítico de cine y profesor de la Facultad de Comunicación.

Los temas de la televisión

María Teresa Quiroz recordó que el libro es fruto del proyecto de investigación que llevó a cabo Cappello, durante dos años, en el IDIC. Sobre la obra, comentó: 

“Como el mismo autor lo señala, se trata de un libro de carácter académico que será utilizado para el debate entre especialistas así como en las aulas, entre los estudiantes. Pienso que esto sucederá no solo en el Perú, porque aporta a la reflexión sobre las teleseries que interesan en muchas latitudes. Pero además el libro tiene, como él lo dice también, una impronta personal de quien no solamente explica e interpreta el fenómeno de las teleseries, pues su estructura está cargada de una voz subjetiva, la cual nos acompaña y entusiasma, todo lo cual le da un valor adicional al libro”.

Quiroz también profundizó en algunos temas que abarca la publicación, como la línea de continuidad que reubica la televisión y sus productos como parte de la historia cultural: 

“Para establecer esa línea de continuidad menciona –dijo refiriéndose al autor–, entre otros, el folletín y su acierto de explotar los intervalos de lectura y la novela por entregas. Y luego añade que el visionado de estos productos, lejos de significar pausas o estancamientos, abre espacios para la imaginación de quien sigue la historia. En ese sentido se reubica la televisión, para dejar atrás etiquetas como la de ‘caja boba’ o de ‘ficción de segundo rango’, para entender la capacidad narrativa que hoy alberga en dos aspectos fundamentales: en su contenido y en sus formas de producción y consumo”.

La directora del IDIC recordó que hoy asistimos a la convergencia del flujo de contenidos en múltiples plataformas mediáticas, y que para Cappello el germen de esta transformación es tecnológico, digital, porque explica los procesos de producción, intercambio y consumo de bienes culturales a través de internet. 

“Hace unos días, en la presentación del libro de Ricardo Bedoya, a propósito del cine –recordó ella–, también se planteó este tema. Esto habla también de toda una línea de investigación que existe en la Universidad de Lima y en la Facultad de Comunicación”.

Luego mencionó otro de los temas que desarrolla el autor del libro, el tema de la calidad: 

“Creo que Giancarlo ofrece importantes aportes acerca de lo que es la calidad, y de alguna manera redefine el propio concepto de calidad. Lo convencional durante mucho tiempo fue que la calidad estaba relacionada con si el producto o el programa, o la serie, cumplía con lo que el público quería ver, o si de alguna manera tenía el rating del caso, o desde el punto de vista empresarial conseguía rentabilidad comercial. A fines del siglo XX surge otra idea de calidad, que se centraba en que tenía calidad un producto cuando era apropiado para niños, destinado a una audiencia educada y de cierto nivel, todo lo cual reflejaba un cierto enfoque moralista. Sin embargo, hoy en día vienen cambiando los criterios, la calidad en esta nueva televisión está en su reputación como un medio en el cual los escritores y creadores asumen los retos y posibilidades creativas de series de formato largo, porque la mayor profundidad de los personajes, la trama y las variaciones episódicas no están disponibles en una película de dos horas”.

Reflexiones de un lector enterado

En su turno, Emilio Bustamante aseguró que Una ficción desbordada. Narrativa y teleseries es un libro muy bien escrito y estimulante, hace que el lector se plantee preguntas y polemice con la obra. Además celebró el ánimo lúdico al incluir una introducción que se denomina teaser, y que en lugar de capítulos esté distribuido por episodios; así como que en lugar de conclusiones figure una “temporada final”.

Bustamante recordó que Cappello dice que el espíritu de nuestro tiempo se despliega todos los días a través de la televisión, y en relación a eso se preguntó ¿qué cambios se han experimentado en la televisión en estas décadas para que esto sea posible? Pregunta que el autor responde en uno de los episodios del libro, aludiendo a las pantallas múltiples, la elasticidad del consumo, las posibilidades de propuestas individuales a través del streaming, que también llevan al consumo simultáneo, como por ejemplo cuando el primer o último capítulo de una serie congrega a una gran cantidad de espectadores. También destacó que el libro habla acerca de la intervención del espectador, convertido en un usuario o en un fan, quien puede desplegar su creatividad y compartir el estímulo de la teleserie.

Más adelante, el docente de la Facultad de Comunicación tocó el tema de la teleserie de autor: 

“El concepto de autor, como dice Giancarlo, es un concepto heredado de la política de autores del cine francés. Pero aquí el autor no es el director, como ocurría con la política de directores en el cine francés, sino que es el guionista, y es a la vista el productor ejecutivo de las teleseries. La calidad es rentable, lo cual explica también por qué estas teleseries se mantienen hasta hoy y siguen desarrollándose. Giancarlo lo explica bien al sostener que las cosas funcionan más o menos así: una serie original exitosa constituye una identidad de marca para el canal que la produce, esto no solo permite generar distintos beneficios ligados a esta producción, sino que moviliza a los espectadores hacia el resto de la programación del canal, y de ese modo mejora los índices de audiencia. Hay múltiples formas de consumo que antes no existían para estas narraciones”.

Otro aspecto importante que la publicación abarca, y que tocó Bustamante, fue la expansión del relato por los fans, un fenómeno que considera no se había visto antes o, en todo caso, en la magnitud con la que se ve ahora. “Si bien es cierto que el espectador crea a través de la creación del otro –sostuvo–, esa creación puede alcanzar límites impensados”.

Un nuevo lugar para las ficciones

Finalmente, los asistentes a la presentación de Una ficción desbordada. Narrativa y teleseries pudieron oír aquella voz que les hablará, ya como lectores, desde cada página: 

“Escribir este libro ha sido una satisfacción porque, mientras tecleaba, tenía la certeza de que no estaba hablando de esa televisión a la que siempre se habían referido como un soporte narrativo menor que jamás alcanzaría las grandes ligas del cine o la literatura. Hoy en día sucede todo lo contrario, hay historias de mucha calidad en la pantalla chica y que han ganado legitimidad no solamente en el mundo académico, sino también en otros ámbitos, en donde se les utiliza como herramientas de aprendizaje, de socialización, como vehículos para una serie de construcciones o análisis desde trincheras diversas como la filosofía o los negocios, incluso. Es verdad que la ficción televisiva que abordo en el libro es la que se refiere a los Estados Unidos, es verdad que las condiciones tecnológicas y de audiencia son muy distintas a las nuestras, pero creo que es importante detenerse en ellas y revisarlas porque, sin duda, es el referente primero al que tendremos que mirar cuando, en el 2020, nos toque el apagón analógico, cuando toda la televisión tenga que migrar al estándar digital. En ese momento tendremos más canales a disposición, tendremos nuevas estrategias de negocio, y van a ser más importantes que nunca los contenidos. Entonces todo esto llama a que pensemos con más urgencia en cómo van a ser esos contenidos, cómo deberíamos empezar a imaginarlos para que al final no sigamos viendo más de lo mismo, solo que en full HD”.

Cappello también reflexionó sobre las exigencias y retos al escribir un texto que será consultado como herramienta educativa:

“Escribir un texto académico implica una doble responsabilidad. Más allá del rigor formal del caso, un texto académico va a servir de orientación o de referencia para que un alumno se forme, o para que alguien lo use para sus propios intereses. En ese sentido, si no fuiste lo suficientemente claro, la fregaste y no es como en el salón, donde el alumno puede levantar la mano y uno puede explicarse mejor”.