15 de Diciembre de 2017

Mapamundi de las artes

El poemario Bajo la mancha azul del cielo, del cantautor, poeta y docente de la Universidad de Lima Alejandro Susti, obtuvo el tercer lugar de la XVIII Bienal de Poesía Copé 2017. En esta entrevista, Susti, artista todoterreno, da luces acerca de su proceso creativo y de lo que implica apreciar y crear obras en distintos soportes.

¿A través de qué temas y estilos transita el poemario?
Es un libro que tiene varias secciones. Primero, empecé a escribir sobre la pintura en determinados momentos de la historia del arte. Sin embargo, sentí que el libro carecía de unidad. Fue hace dos años, cuando comencé a escribir sobre las ciudades que visité durante un viaje a Europa que hice con mi esposa, que decidí que el tema del poemario sería el tiempo, cómo se representa en la pintura y la forma en la que se materializa en las ciudades antiguas. Hay poemas en prosa y en verso, y su título tiene que ver con el lado pictórico de los poemas, pues alude al azul, un color que está por encima de nosotros y el paso del tiempo.

Usted escribe poesía, narrativa y textos académicos, además de componer música. ¿Cómo estas actividades se afectan entre sí?
Todas las artes son representaciones del mundo, la naturaleza, el pensamiento y la sensibilidad de los seres humanos. Por ejemplo, a mí me interesa, además de ver las pinturas, leer sobre ellas. Del viaje que hice traje mucha bibliografía acerca de pintura. Eran textos de análisis, pero yo percibía que también tenían su propia textura, que se manifestaba a través de un uso particular del lenguaje que no era precisamente el que se usa en contextos científicos. También, en cierta medida, el proceso de composición de una pintura es parecido al de un texto literario. Es lento, requiere pulido y manipulación, ya sea de la imagen o el lenguaje. No es que haya encontrado un método que se pueda aplicar a la creación de todo tipo de arte, son solo intuiciones. Siento que es motivador estar en contacto con la literatura, la música y la pintura. Se retroalimentan.

¿Cómo se organiza para realizar tantas actividades?
Es cuestión de hacer un uso racional del tiempo. He llevado varios proyectos en paralelo y cada uno ha tenido un proceso de tres o cuatro años. Últimamente me he dedicado a escribir un libro sobre la obra de Sebastián Salazar Bondy y otro de relatos, que estoy por terminar. Supongo que no es del todo conveniente hacer eso, ya que lo mejor es concentrarse en un solo proyecto. Pero teniendo claro el objetivo todo se hace más fácil.

Las actividades que realiza no solo son diversas, sino que responden a fines artísticos y no productivos, lo que va en contra de la lógica mercantilista e hiperespecializada del mundo contemporáneo. ¿Tiene una posición acerca de esto?
En general intento ser crítico con las formas en las que se organiza nuestra vida cotidiana. Aunque no puedo escapar de ellas. También soy un engranaje más dentro de esa maquinaria que es, finalmente, la sociedad donde vivimos. Mi marginalidad va más por el lado de dedicarme a estas actividades que aparentemente no son lucrativas. En nuestra sociedad es muy difícil vivir del trabajo creativo. Si quieres hacerlo debes dirigirlo hacia un objetivo muy específico, sea la obtención de un logro, la venta de un producto o el retorno de una inversión. Mi trabajo es más solitario.

¿Pensó en la Bienal del Copé como una herramienta de difusión para su trabajo?
En el medio literario la difusión pasa más por los contactos que tengas. Las reseñas o las posibilidades de editar un libro dependen de esos contactos, pues existe un lamentable culto a la amistad y los favoritismos que no tiene que ver con la calidad de lo que se produce. A estas limitaciones se suma que la mayoría de lectores no lo son de poesía, lo que hace que publicar un libro de poesía sea un acto heroico. Puede que tu texto sea premiado, pero el camino que sigue es silencioso. Muy pocos poetas peruanos han sido reconocidos en vida.

Entonces, ¿qué lo motivó a participar?
Uno participa de estos concursos para buscar algún tipo de reconocimiento. Para saber si lo que uno está haciendo tiene valor. Para mí es una suerte de consuelo saber que un jurado integrado por cinco conocedores de poesía reconoce lo que he hecho. Ese es el premio: saber que has llegado a cinco lectores. Tal vez no a los cinco, porque las decisiones no son unánimes, pero al menos a dos o tres. Eso para mí ya es un logro. Ahora, existen distintos tipos de poetas. Algunos buscan hacer contacto con otros escritores, asistir a congresos, salir en revistas y periódicos. Otros prefieren un absoluto apartamiento del mundo que los rodea.

¿Y usted está más cerca del segundo tipo de poeta?
Prefiero ser un personaje aparte, que no esté integrado a ninguna agrupación poética o movimiento. No me han interesado nunca los grupos, los manifiestos, las declaraciones de principios. Creo que es algo que solo funcionó hace cien años con los movimientos de vanguardia.

Finalmente, volviendo a su labor docente, ¿cree que es indispensable que los profesores produzcan, no en un sentido capitalista, algún tipo de obra?
Absolutamente. Para empezar, deben ser investigadores. La investigación genera conocimiento y este permite el desarrollo de las facultades y sensibilidades humanas. Te permite comprender mejor la sociedad en la que vives, su historia, las relaciones entre sus miembros. Quizá los profesores puedan ejercer alguna labor creativa, pero ese me parece un escenario un poco utópico. Sin embargo, sí deben comprometerse con el saber. En este contexto de mercantilización de la educación, el profesor debe tener más claro que nunca cuál es su rol: ser un motor del saber.