07 de Diciembre de 2016

Los espacios públicos en la obra de Díaz-Albertini

Conversamos con el docente e investigador Javier Díaz-Albertini a propósito de su libro El feudo, la comarca y la feria. La privatización del espacio público en Lima, recientemente publicado por el Fondo Editorial de la Universidad de Lima. Esta obra gira en torno a la creciente privatización de los espacios públicos, proceso preocupante que se viene produciendo en las llamadas urbes posmodernas, situación a la que Lima no es ajena. En esta ciudad, sin embargo, la privatización se ve exacerbada por la cultura arraigada de la transgresión y la debilidad ciudadana. Sobre la base del análisis de los resultados de una encuesta, observaciones en sitio, grupos focales y entrevistas en profundidad, el autor aborda la apropiación ilegal de veredas, calles y parques por sus residentes y autoridades.

¿Cómo surgió su interés por los temas que trata esta publicación?
A mí me gusta caminar, llevo muchos años corriendo y me gusta salir mucho con mis hijos, más que a un centro comercial, a las calles. Hay un proceso creciente de dificultades en el espacio público, entonces me interesó saber más al respecto, además de la noción que tenemos los limeños sobre el espacio. Se trataba de ver qué estaba sucediendo dentro de las mentes y de las acciones de las personas.

¿Cuáles son las principales razones de esta apropiación del espacio público?
Creo que hay tres razones fundamentales que se comparten en todas partes del mundo. Primero, la inseguridad: la gente busca protegerse, la calle le parece peligrosa, el parque le parece peligroso, entonces lo que hace es tomar una serie de acciones para que esto deje de ser así. En segundo lugar, en una ciudad como la nuestra, hemos entregado prácticamente las calles y las veredas a los automóviles, a los buses, a las combis. En tercer lugar, hace ya casi 30 años el liberalismo, como paradigma ideológico, tiene mucho peso, entonces lo privado es mucho más “positivo” que lo público, y privatizar las cosas no es visto con mayor problema. El tema es que en Lima todos esos procesos se dan de manera informal. Nosotros privatizamos a la mala, simplemente enrejamos una calle porque a un grupo de vecinos se le ocurre y no seguimos las normas, porque estas permiten hacerlo bajo ciertas condiciones. Más del 91% de las calles enrejadas de Lima son informales o ilegales. De la misma forma nos apropiamos de veredas, cercamos parques, y eso sucede en todos los sectores sociales.

¿Cuáles son las principales consecuencias de este fenómeno?
Vivimos en una ciudad fragmentada, aunque toda ciudad es segregada; pero precisamente lo que permiten los espacios públicos es disminuir esa fragmentación. Si uno va a los grandes parques, por ejemplo en Londres o Nueva York, son lugares de encuentro. En una ciudad es importante que se reúnan las personas diferentes y sepan dialogar y compartir un espacio. Yo creo que en Lima eso pasa en el Malecón de Miraflores, por poner un ejemplo; también sucede en el Parque Kennedy, porque Miraflores es uno de los distritos con más vocación en ese sentido. El peligro es que si eliminamos esos espacios de intercambio, entonces el temor, la inseguridad, la segregación y la discriminación hacia el otro aumentan. Creo, como muchos expertos en urbanismo, que la situación de los espacios públicos de una ciudad dice mucho acerca de su gente y la ciudadanía.

El libro habla de tres modalidades de apropiación: el feudo, la comarca y la feria. ¿Cuáles son las particularidades de cada una?
En primer lugar, elegí esos nombres porque se trata de instituciones feudales, medievales, y justamente lo que queremos conseguir es una ciudad moderna. El feudo es la acción de la autoridad, normalmente de nuestros alcaldes, quienes deciden qué hacer en cuanto al espacio. Ello responde al patrimonialismo que ya existe en nuestro sistema político, que sucede cuando alguien se apropia de lo público de forma privada, y eso es lo que hacen nuestras autoridades. También tenemos al clientelismo, acciones que las autoridades toman para que los usuarios estén contentos o los apoyen. La comarca es la acción de los vecinos privatizando: el enrejamiento de nuestra ciudad. El libre tránsito es uno de nuestros principales derechos constitucionales, y la seguridad no es un derecho, es un servicio que da el Estado. No podemos decir “la Constitución me garantiza estar seguro y que nunca me van a asaltar”, pero la Constitución sí nos asegura que podemos ir de un lado al otro, salvo excepciones de la propiedad privada. Y la feria es una forma de privatización que incluye a los malls o centros comerciales. No hay nada de malo en eso, en una ciudad sobreextendida se tienen que concentrar los comercios, pero para mí es algo triste porque yo prefiero las ciudades más densas, en las cuales puedes salir y tomarte un café a media cuadra. El problema surge cuando la gente prefiere pasear por un centro comercial que hacerlo por la calle, y la mayoría de limeños hace eso.

¿Existe alguna esperanza de que la situación cambie?
Hay una parte optimista en el libro y es que cada vez más limeños se están volcando hacia la calle. Por un lado vemos la privatización, pero por otro vemos, por ejemplo, cómo alrededor del Pentagonito ha aumentado enormemente la afluencia de personas haciendo ejercicio, caminando, tomándose fotos, etcétera; de igual manera en el Malecón de Miraflores. Y es que cada vez somos una ciudad más densa, cada vez los departamentos son más chicos, entonces empezamos a salir a la calle, como ocurre en ciudades densas. Creo que lentamente los peatones y los ciclistas, por ejemplo, empiezan a exigir sus derechos y a pedir que sus gobiernos locales los protejan.

¿Qué conclusiones y recomendaciones aporta su libro?
En el epílogo digo que lo que nos gusta construir es una ciudad justa, y una ciudad justa presenta algunas características: es democrática, hay equidad, hay diversidad, hay crecimiento y hay sostenibilidad. El problema es que esos mismos valores, parcialmente, entran en conflicto debido a que, por lo general, mayor diversidad significa menos democracia. El problema es que en los últimos años le hemos dado casi todo el peso y valor al crecimiento. Entonces, como el crecimiento es “bueno” el mercado decide, y con ello se afianza la idea de que la iniciativa privada es superior a la iniciativa pública. Lo que necesitamos es buscar un nuevo equilibrio para lograr la equidad, la diversidad y la sostenibilidad, que es uno de los problemas graves que tenemos; y debemos hacerlo a la vez con crecimiento, que es lo que brinda atributos y una serie de posibilidades. Es necesario, sin embargo, cambiar totalmente el orden, no quedarnos en que la construcción es lo más importante, sino entender qué está sucediendo en la ciudad.