02 de Diciembre de 2015

El señor de las cumbres

Ernesto Málaga (Ingeniería Industrial) ayuda a empresas a resolver problemas a partir del montañismo.

A Ernesto Málaga siempre le gustó el aire libre, la aventura y desafiarse a sí mismo. Por eso, por su fuerte entrenamiento y persistencia, llegó a una de las cumbres más difíciles del Himalaya, el Shisha Pangma. Ahora vuelca toda su experiencia como escalador de alta montaña y todos sus conocimientos como ingeniero industrial Ulima en su empresa Perú 8 mil, la cual ofrece charlas sobre trabajo en equipo, organiza deportes de aventura y actividades para empresas en las que los participantes aprenden la esencia del montañismo y luego la aplican en su quehacer laboral.

¿Cómo así empezaste a practicar escalada?
En 1985, cuando estudiaba Ingeniería Industrial en la Universidad de Lima, me invitaron a un curso de montañismo que ofrecía la Asociación de Andinismo de la Universidad de Lima, promovida por Renzo Uccelli. Ese fue mi primer contacto con este deporte y me encantó. Me daba tiempo para estudiar y escalar al mismo tiempo, y cuando comencé a trabajar no dejé de escalar. A finales de los 80 recibí una invitación para participar en una expedición de un mes en Europa. Pedí permiso en mi trabajo, pero no me lo dieron y opté por renunciar, porque quería dar un salto en el montañismo y abrir mis horizontes.

¿Cómo te fue en Europa?
Increíble. Fui por un mes y me quedé un año, tuve oportunidad de conocer muchas cosas, trabajar y avanzar mi tesis. Al llegar al Perú la sustenté y comencé a trabajar en Datacont, compañía representante de Canon en el Perú, donde implementé la división de fotografía. Me gustaba el trabajo y lo combinaba con la escalada. Cada año, en julio, pedía vacaciones para hacer una expedición en la Cordillera Blanca.

¿En qué momento decidiste dedicarte al montañismo?
Yo venía combinando muy bien el montañismo con el trabajo, pero de pronto se volvió a abrir una oportunidad de hacer una expedición importante. En el 98, con Renzo Uccelli y otros amigos, decidimos ir a Nepal a hacer un trekking de 21 días. La experiencia nos maravilló, así que después de eso nos comprometimos a organizar la primera expedición peruana al Himalaya, a principios del 99. Ahí nació Perú 8 mil, porque esa sería la primera expedición peruana a una montaña de 8.000 metros.

¿A qué se dedica exactamente Perú 8 mil actualmente?
Mucha gente cree que vivo de los deportes de aventura, pero en realidad Perú 8 mil vive de capacitaciones y consultorías. Nos contratan para que hagamos actividades de entrenamiento al aire libre. Hacemos funcionar como equipo a grupos de personas. Compartimos lo que hemos aprendido en la montaña para que ellos lo apliquen en sus oficinas.

¿Has extrañado tu carrera en algún momento?
Esto me llena completamente, pero creo que si no hubiera estudiado Ingeniería Industrial, no habría llegado hasta aquí. Hace un tiempo le explicaba a un sobrino que al entrar a la universidad tu cerebro es como esa pepita de maíz que necesita entrar en calor para convertirse en pop corn. Si no estudias, pasan los años y te quedas con esa pepita de maíz. Mi paso por la Universidad de Lima ha sido fundamental, porque me ha dado herramientas para hacer funcionar esta empresa, además le guardo un cariño muy grande a mi Universidad.

¿Qué necesidades tienen las empresas que los contratan?
Las empresas nos contactan porque tienen un problema de comunicación, de liderazgo o dificultades para trabajar en equipo. Nosotros les organizamos un programa de un día, de dos o tres, depende de ellos. Los llevamos a Paracas, a la selva, a Huaral, etcétera. Les ofrecemos el transporte, la alimentación, el local, la capacitación, todo. Luego el grupo tiene que hacer lo mismo que se realiza en una expedición: armar un campamento, simulaciones de avalancha, de construcción de puentes, etcétera. Hacen todo lo necesario para llegar a una cumbre. Los capacitadores toman nota de lo que sucede en la sesión, puede ser una riña o algo positivo, para luego discutirlo. No se trata únicamente de divertirse, sino que analizamos lo ocurrido durante la capacitación y muchas de esas situaciones se presentan también en la oficina. Al final hacemos un compromiso de cambio.

También ofrecen charlas motivacionales.
Sí. Dicto las charlas desde el 2003, a raíz de la primera expedición que hice, en la que no conseguí llegar a la cumbre, pero aprendí muchísimo. Un amigo coach me invitó a contar la experiencia y a partir de entonces ofrezco ese servicio. Obviamente, la charla se redondeó cuando volví a hacer la misma expedición y logré llegar a la cumbre. Es una charla muy visual y muy atractiva, donde queda claro que los objetivos se logran con la perseverancia, con el apoyo de los compañeros y con el hecho de compartir una meta.

¿Y sigues escalando?
Seguimos haciendo salidas, actividades deportivas, y dándole a la gente la posibilidad de disfrutar lo que nosotros hemos gozado por muchos años. También organizamos una carrera internacional en Paracas, el Desert Challenge, un recorrido de 100 kilómetros en el desierto de Paracas, de noche. Los participantes tienen la opción de llegar en 24 horas a la meta para que puedan decir “lo hice”. No nos gusta llamarla competencia, porque en montañismo no hay competencia, la idea es superar metas.

¿Qué medidas de seguridad toman?
Lo logística es bastante grande, instalamos estaciones de médicos, iluminamos el camino, ponemos carros barredores que siguen al último participante y somos 45 personas en toda la ruta. La partida es en el oasis de Huacachina, hay que subir y bajar dunas hasta llegar a la bahía de Paracas.

¿Hay quienes no pueden hacer esta carrera?
Pedimos certificados médicos a todos. Pero tenemos sorpresas muy gratas. Recuerdo que el último corredor de la primera carrera era un gerente de un banco que se inscribió porque se había prometido a sí mismo hacer algo importante. Estaba muy bien físicamente, pero no era deportista. Pensamos que no iba a llegar ni al kilómetro 10 y lo recomendamos especialmente con los médicos. Contra todo pronóstico, llegó en la hora 24 a Paracas, corriendo muy despacito. Faltando 500 metros, salieron a su encuentro sus hijos y su esposa para acompañarlo en el tramo final de la carrera, tomados de la mano. Fue muy emocionante. Ahora, siempre hay primeros puestos y viene gente de fuera para esta carrera, incluso rompen récords, pero el grueso de los participantes son personas que solo quieren llegar a la meta.

¿Qué proyectos futuros tienen?
Tenemos algo que va a funcionar muy bien. Queremos compartir con personas que no hacen montañismo lo que vivimos en el Himalaya, sin necesidad de escalar, es algo que hemos llamado Experiencia Everest. Invitamos a las personas a conocer el Himalaya, para que vivan en Nepal, como nosotros lo hicimos. Es como hacer un trekking en la Cordillera Blanca, sin necesidad de escalar el Huascarán, pero viviendo toda la experiencia. Lo haremos en abril del próximo año.