24 de Abril de 2015

Remodelar la tradición

Flavia Ferrini (Comunicación).

El impulso inicial que llevó a Flavia Ferrini a estudiar Comunicación en la Universidad de Lima fue su interés por el diseño y su espíritu creativo. Luego de egresar pasó por la realización cinematográfica, el lanzamiento de su propia marca de ropa y el diseño de modas en una textil que confeccionaba prendas de exportación. Hace dos años volcó su talento en el negocio familiar y ha sido protagonista, como gerente de Marketing y Diseño de Muebles Ferrini, del relanzamiento de su imagen. 

¿Cómo llegas a Comunicación y cuál fue tu primera incursión en el terreno profesional?
Creo que cuando recién sales del colegio, a los 17 años, es muy difícil definir lo que quieres. Pero buscaba algo que tuviera que ver con creatividad, con diseño. La Carrera de Comunicación era una opción muy abierta y versátil, porque ofrecía diseño, cine, publicidad, radio; un abanico muy completo. Llegué un poco para explorar el terreno. Al final me especialicé en marketing, publicidad y diseño gráfico. Pero cuando recién salí de la Universidad frecuentaba un grupo de amigos que desarrollaban proyectos de cine, y comencé a trabajar con ellos; en el área de producción, primero, y luego en dirección de arte. Participé en 2 películas de la empresa Inca Cine, además de algunos trabajos como independiente también relacionados con la producción y la dirección de arte.

¿Cuál fue el siguiente paso?
Mientras estaba vinculada al cine aparecieron esas ganas de involucrarme con el diseño de ropa. Llevé un taller de corte y confección y fue entonces cuando le agarré el gusto y pensé: me encanta el diseño de modas. Así que luego empalmé siguiendo una carrera corta de diseño, que duró un año y medio. Como me encantaba el tema, comencé a desarrollar mi propia marca. Veía de todo: los moldes, compraba las telas, los hilos. Todo menos la parte de la confección, que sí la mandaba a hacer. Pero también me encargaba de la venta, comercializaba mis productos en varias tiendas de diseño. Coincidió con la época en la que se produjo un auge de diseño independiente, así que había varias tiendas en Miraflores, Barranco, San Isidro. También vendía por mi cuenta, tenía algunas clientas a las que les dejaba la ropa. La propuesta era urbana, casual. Al cabo de algunos años me ofrecieron un trabajo, también como diseñadora de modas, en una textil, Textimax, que hacía prendas para exportar a Estados Unidos, básicamente, y a algunas marcas europeas. Primero me desempeñé como diseñadora, y luego pasé a ser jefa de Diseño. En total, mi experiencia allí se extendió por cinco años.

¿Qué rescatas de aquella experiencia en Textimax?
Lo que más disfruté fue la libertad de la que gozábamos para crear. Como trabajábamos en una fábrica que contaba con todos los procesos productivos (hacían el hilado, la parte de tintorería, tejían sus propias telas), podía decidir qué hilo iba a usar, con qué tipo de tejido, en qué colores. También se encontraba a nuestra disposición, como área de Diseño, todo lo que formaba parte de la fabricación: área de bordados, estampados, manualidades. Podíamos crear lo que se nos ocurriera porque la fábrica estaba verticalmente integrada y contaba con todos los procesos. Además, el dueño de la fábrica le tenía mucha fe a la parte de diseño, ya que en un mercado como en el que nosotros nos desenvolvíamos, que consistía en prendas de vestir para exportación, se competía mucho con países asiáticos. Entonces nos diferenciábamos bastante.

Cuando un cliente comparaba uno de nuestros diseños, se producía en 10.000 y hasta 50.000 prendas, y eran clientes que poseían más de 600 tiendas. Así que visitar luego una de esas tiendas, por ejemplo en Estados Unidos, y encontrar lo que tú has diseñado, ya sea en la misma tienda o en la publicidad, resultaba muy gratificante. Alguna vez me encontré, en Grecia, con una pareja que llevaba, ella y él, polos diseñados por nosotros. Me parecía increíble el hecho de haber ido hasta el otro rincón del mundo y ver algo que habías creado aquí, en Perú, con tu equipo de diseño.

¿Por qué decides dejar la empresa?
Si bien me gustaba mucho el trabajo, y me permitía viajar bastante porque todos mis clientes estaban afuera, llegó un punto en el que me provocaba seguir con el tema del diseño pero enfocado a algo nuevo, distinto. Decidí llevar un curso de diseño de muebles, aquí en Lima, con una duración de seis meses. En ese curso el proyecto final consistía en hacer un mueble. No un prototipo, sino como si fuera algo que ibas a vender, un producto final. Cada uno definía con quién iba a hacerlo y yo decidí que sería con Ferrini. Estuve en bastante contacto con el área de Producción, tuve que ir varias veces a la fábrica, ver cómo armaban el mueble. Eso me gustó mucho, me enganchó. Inclusive el mueble ahora se vende aquí, en Ferrini, y lo bautizaron como Bar Flavia.

Desde ese momento creció mi interés por diseñar muebles. Aunque aún en ese instante, como siempre he sido muy independiente, pensaba que iba a comenzar mi propia marca, con un estilo más informal; porque Ferrini posee un estilo muy marcado, elegante. Después me fui a seguir un posgrado de diseño de muebles en Barcelona. Ya en ese momento mi padre empezó con planes de invertir un poco más en la empresa, relanzar la imagen; planes que se han concretado. Los estudios que estaba llevando se dividían en dos posgrados, y luego de finalizar el primero, durante el mes y medio de vacaciones, vuelvo al Perú para el matrimonio de mi hermana. Allí fue que decido acompañar a mi padre a las reuniones y comprendo que necesitaba verdaderamente mi apoyo.

¿Cuál había sido, hasta entonces, tu relación con la marca familiar?
Mi familia tiene este negocio de los muebles ya hace más de 75 años, pero hasta ese momento, siendo sincera, nunca había pensado en venir a trabajar aquí. Desde muy pequeña siempre he estado relacionada con los muebles, porque mi mamá en alguna época también trabajó para Ferrini, entonces yo la acompañaba mucho a las tiendas, allí siempre estaban mis tías. Siempre he respirado y vivido ese ambiente, pero nunca de manera directa, porque si bien mi papá es accionista de la empresa, él nunca trabajó aquí, tiene otro negocio. Pero mi apellido es el nombre de la empresa, está en mi ADN.

¿Con qué posición ingresaste a la empresa?
Entré como gerente de Marketing y Diseño, ya llevo dos años. La coyuntura ayudó, ya que precisamente el gerente de Marketing de ese momento consiguió otro trabajo mientras yo estaba en el país, entonces se abrió la posición y consideré que si no la tomaba en ese momento, estaba perdiendo una oportunidad. Al final esto se maneja como una empresa, no como una familia, y nadie me iba a esperar, tenían que cubrir esa vacante y no iban a sacar a esa persona cuando yo regresara definitivamente de Barcelona.

¿Cómo influyó en tu decisión el relanzamiento de la marca?
Ese fue el factor determinante para que tomara la decisión de entrar a Ferrini. Sentía que si la marca continuaba como estaba, no me atraía la idea de entrar a trabajar, pero cuando me hablaron de las intenciones del relanzamiento e invertir, me convencí. Han sido dos años en los que hemos trabajado mucho en el cambio de imagen, que va desde el producto, ya que hemos refrescado el catálogo con cinco colecciones nuevas. La oferta que encuentras hoy no tiene mucho que ver con lo que podías encontrar tres años atrás. Hemos cambiado la línea gráfica de la marca, el eslogan, que ahora es “Marcando tendencia”, la página web, hemos abierto un Facebook. Un cambio radical que se ve reflejado en esta tienda de San Isidro, que hemos inaugurado en diciembre del año pasado, con un concepto mucho más moderno de la marca, más fresco y comercial. Ahora vamos a remodelar el local que tenemos en la avenida Encalada, ya que esta es la nueva línea que deberán seguir todas nuestras tiendas.

¿Cómo afrontas el trabajo de marketing en la empresa?
Veo todo el tema de marketing, que trabajo con una agencia que nos acompaña hace ya más de cinco años; son mi mano derecha, me apoyo mucho en ellos. Es que en el área de Marketing solo estoy yo. Este año hemos comenzado a trabajar la parte de relaciones públicas, algo que tampoco se había hecho en mucho tiempo. Procuramos no invertir mucho en publicidad tradicional, si bien sí recurrimos a ella, sino más bien en lo que son las relaciones públicas, en generar experiencias. Queremos crear una experiencia de marca.

¿Y en el caso del diseño?
A nivel de diseño sí me acompaña un equipo, trabajo con una arquitecta, que es la jefa del área de Diseño, y precisamente en unos días se está incorporando otra arquitecta. Hay mucho que hacer porque somos una empresa que vende diseño y exclusividad; así que tenemos que dedicarnos al desarrollo de nuevos productos. Hay dos personas más en planta, que son quienes ven la parte de diseño técnico, porque el papel y la imaginación pueden aguantar todo, pero hay muchas ideas que luego no funcionan, porque más allá de la parte ergonómica está el detalle de que se debe fabricar un mueble que te pueda durar. Se lanzan dos colecciones al año y para preparar cada una nos demoramos aproximadamente cuatro meses, pues debemos asegurar las proporciones correctas, la ergonomía adecuada. Nosotros tenemos una fábrica donde se llevan a cabo todos los procesos productivos: contamos con un especialista que selecciona la madera, otro que la corta y la cepilla, otro que enchapa, otro que hace tupidos. Hay alrededor de doce etapas productivas y personas especializadas en cada una. El resultado es un mueble de calidad que no se puede imitar.

¿Qué satisfacciones te trae tu trabajo?
Me entusiasma cuando veo personas que han comprado sus muebles hace 40 o 50 años y llegan a la tienda y me dicen: vengo con mi hija —o a veces incluso llegan con su nieta— que se acaba de casar y la estoy trayendo aquí porque mis muebles son Ferrini y me encantan, ya que han pasado 50 años y continúan en buen estado. Eso me parece muy satisfactorio porque quiere decir que hemos venido haciendo las cosas bien, aunque también te lleva a sentir el peso y la responsabilidad de lo que significa estar a cargo de una marca que lleva tanto tiempo y posee tanto prestigio. También me encanta cuando viene alguien y te dice que le gusta mucho la última colección. Me agrada cuando es algo que se puede palpar, cuando lo que haces tiene un impacto tangible.

¿Qué le aconsejas a los estudiantes y egresados de Comunicación?
Les recomendaría que no se encasillen, que exploren, porque uno va pasando por muchas etapas. Yo no soy la misma persona que era hace diez años, por ejemplo, y seguramente dentro de diez años también sea muy distinta. La vida da muchas vueltas y hay que explorar constantemente. Además, al final las piezas como que van encajando, que siento que es lo que me ha pasado a mí: todo ha encajado y llegado a un punto en el que estoy haciendo lo que más me gusta, la parte de marketing, lo vinculado al diseño; y, sobre todo, en una empresa que, como te comentaba, es parte de mi ADN.

¿Cómo te ves a ti misma si te asomas al futuro?
A mediano plazo me veo aquí. Han pasado ya dos años y siento como si hubieran sido apenas dos meses, porque ha sucedido todo demasiado rápido y del 100 % de cosas que había por hacer, cuando recién comencé, todavía me quedan pendientes muchísimas. Por lo menos a un plazo de cinco años todavía me veo aquí, creo que la empresa tiene un techo muy alto para su crecimiento, hay proyectos para lograr objetivos muy interesantes y quiero formar parte de eso. Pero tampoco estoy pensando en que este es el negocio de mi familia y aquí me voy a quedar hasta el último día de mi carrera laboral. Podría pasar pero puede que no.

¿Cuál ha sido el impacto de tu paso por la Universidad en tu vida profesional?
Estar en Comunicación en la Universidad de Lima abre tus horizontes, lo primero que te enseña es a no encajonarte y a ver la vida con un espectro mucho más amplio. Te enseña a ser versátil, a ser todoterreno, a adaptarte rápida y fácilmente a nuevas situaciones, a tener la mente dispuesta a aprovechar las oportunidades.

¿Cómo equilibras el intenso ritmo de tu trabajo con tu vida familiar?
He estado trabajando mucho los dos últimos años. Como me acabo de casar, quiero equilibrarme un poco. Estoy tratando de salir a mi hora para hacer deporte y muchas otras actividades que hay que realizar fuera del trabajo, porque no se puede vivir solo para eso. Pero es difícil, porque a veces tengo tanto que hacer, y además cosas que me entusiasman y gustan. Si no me pongo estricta me podría quedar hasta las diez de la noche en la oficina. Felizmente ahora tengo un esposo que me pregunta a qué hora voy a llegar a la casa.