12 de Noviembre de 2018

Una convencida del poder de la educación

Aurelia Alvarado estaba terminando un MBA en Estados Unidos cuando se le presentó la oportunidad de venir al Perú, a trabajar en Innova Schools. Tenía también una oferta de trabajo en el extranjero, pero ella sintió el compromiso de volver y trabajar por la educación de su país.

Muchos años antes había pasado por la experiencia de un voluntariado en un colegio de la selva, y eso la marcó. Hoy, es gerente de Experiencia de Usuario en Innova Schools, ama lo que hace y guarda excelentes recuerdos de su época de estudiante de Ingeniería Industrial en la Universidad de Lima.

¿Desde cuándo estás en Innova Schools?
Desde agosto de 2014. Llegué aquí a través de un MBA que hice en la Universidad de Stanford. En una de mis clases, expusieron un caso de éxito de países emergentes y fue, justamente, el caso de Innova Schools. Yo no podía creer que algo así se hiciera en mi propio país, así que me contacté con alguien del colegio y, dos semanas antes de terminar mis estudios, me preguntaron si me interesaba el puesto de directora de Innovación. Pese a que tenía una propuesta de trabajo en Estados Unidos, yo preferí trabajar en Innova, porque este era mi trabajo soñado.

¿Por qué era tu trabajo soñado?
Yo quería trabajar en algo que tuviera un impacto profundo en mi vida, un impacto en lo social y con una visión de sostenibilidad. Si bien las ONG son muy buenas en este sentido, yo sentía la necesidad de que fuera rentable para que sea sostenible en el tiempo. Así que vine con mucho gusto. Estuve como directora de Innovación por casi tres años, luego estuve seis meses como gerente de Finanzas y después fundé una nueva área, Experiencia de Usuario, en enero de este año.

¿Qué se hace exactamente en esta área?
Esta área se trata de la experiencia al usuario en general, pero por ahora nos enfocamos en el padre de familia. Tenemos 37.000 estudiantes y vimos que era necesario acercarnos al padre de familia, para que comprendiera nuestra propuesta pedagógica y supiera cómo involucrarse con ella y con sus hijos. La idea es lograr que los padres tengan una excelente experiencia a lo largo de 14 años de vida escolar.

¿Qué recursos emplean para eso?
Para empezar, usamos la herramienta design thinking para realizar una exploración profunda y conocer a los padres. Llevamos a cabo más de 150 entrevistas en sus casas, así como encuestas, para conocer sus hábitos. Queríamos saber si eran digitales o no, cómo se desenvolvían en la ciudad, qué esperaban de la educación, etcétera. Todo ello con el fin de entenderlos y, de ser necesario, adaptar nuestra propuesta a las familias. Esa exploración duró como tres meses. A partir de ahí hemos dictado talleres para unos padres innovadores, nuestros aliados, los que mejor comprenden la metodología de Innova Schools. La intención es que ellos sean voceros, que sepan qué dice la literatura universal acerca de nuestra propuesta, que conozcan los componentes de nuestra metodología, los canales de comunicación para que se acerquen a nosotros, y más. Estos padres se comunican con mayor eficiencia que otros y transmiten las ideas que les planteamos. Esto nos ha funcionado muy bien en todos los colegios, tanto en Lima como en provincias.

¿Cuántos Innova Schools hay?
Tenemos 49 colegios. Hemos abierto, en promedio, 6 colegios por año. Todos ellos han cubierto sus vacantes muy rápido.

¿Cómo es esa metodología que enamora a los padres de familia?
Enamora a los padres, pero sobre todo a los chicos. Ellos van felices al colegio. Yo noté eso cuando empecé a trabajar y es el mismo comentario que escucho de las personas que vienen a visitarnos del extranjero. Esto se debe a que hemos buscado nuevas formas de aprender y a que centramos la educación en el estudiante. Nuestras metodologías se basan en el enfoque socioconstructivista; esto significa que el aprendizaje se construye y, cuando experimentas algo y eres activo en ese proceso de aprendizaje, retienes todo lo aprendido por más tiempo. Ese aprendizaje resulta más significativo.

¿Podrías dar algunos ejemplos?
En inicial, la propuesta fue armada conjuntamente con la Universidad de Berkeley, muy reconocida por sus investigaciones en educación temprana. Ahí se basan en el sistema de educación Steam, que es una corriente nueva, que promueve el desarrollo del pensamiento crítico en los alumnos, con énfasis en los cursos de ciencias. Esto se combina con nuestro objetivo de formar en los estudiantes las habilidades necesarias para el siglo XXI. Se basa, asimismo, en el trabajo colaborativo y otras dimensiones. En primaria y secundaria, por otro lado, aplicamos el sistema de blended learning. Los chicos aprenden en espacios grupales y otros autónomos. En estos últimos usan tecnología el 30 % del tiempo, en un media lab, donde tienen computadoras y acceso a diferentes plataformas. Avanzan a su propio ritmo y el profesor usa una tableta para hacer el seguimiento. En el espacio grupal trabajan miniproyectos; se les presenta el reto y ellos lo enfrentan con trabajo colaborativo y constructivo. Tienen algunas otras metodologías más y, a partir de este año, comenzaremos el Innova U, que los ayudará a prepararse para la vida universitaria.

¿Cuántos egresados tienen y qué han hecho estos chicos fuera del colegio?
Ya hay como 2.500 egresados. El 84 % se encuentra en la universidad y los demás se están preparando para ingresar; hay un pequeño porcentaje que está en duda respecto de qué hacer. Aproximadamente el 28 % estudia alguna ingeniería. Ellos egresan con 7 competencias fundamentales, que están en línea con las competencias del siglo XXI: matemática, comunicación efectiva, comunicación científica, innovación, liderazgo, ciudadanía y competencia digital.

¿Cómo trabajan la competencia en innovación?
Es transversal a todas las actividades que tenemos. Pero hay un evento específico, el Innovation Program, donde se les presenta un reto relacionado con la comunidad, como ayudar a personas de la tercera edad a insertarse mejor en la sociedad, maneras de solucionar el problema del tráfico en el barrio, cómo volver el colegio más ecológico, cómo reducir la cantidad de basura en las calles, etcétera. Estos retos se trabajan con metodologías como design thinking y brain storming, los chicos hacen prototipos para que los usuarios los prueben y así reciben un feedback. Finalmente, presentan sus trabajos en una feria de innovación, a la cual van los padres.

¿Qué te motiva más de tu trabajo?
Lo que más me motiva es ver que los chicos van felices al colegio, que aprenden, se vuelven líderes, exponen sus ideas, argumentan… y todo ello gracias a sus maestros y al trabajo que hacemos acá. Ver el impacto de lo que haces es maravilloso. También me gusta mucho el ambiente de trabajo, hay disposición para aprender, nadie se siente dueño de la verdad, nos reinventamos constantemente y buscamos la innovación.

¿Crees que tomaste una buena decisión al venir al Perú, en lugar de quedarte a trabajar en Estados Unidos?
Sin duda, fue una buena decisión, disfruto mi trabajo.

¿Qué trabajos has tenido antes de este?
He trabajado en L’Oréal. Hice mis prácticas ahí y luego me quedé a trabajar. Adquirí experiencia en gestión de la cadena de suministro. Luego trabajé en Neptunia, un operador logístico portuario, por poco más de tres años y, en el ínterin, hice un voluntariado en la selva peruana, con la ONG Crees Foundation. Yo quería aprender mucho más de la realidad del país, y lo conseguí. El trabajo era en el Manu. Para llegar había que tomar un avión, luego viajar diez horas en camión y cuatro horas río adentro. Trabajaba en reforzamiento escolar, educación ambiental y nutricional, sobre todo en la parte de ordenamiento de los programas, también en supply. Contribuí a ordenar las cosas y a hacer más eficientes los recursos, trabajé en capacitaciones, hice convocatorias más potentes. Fue una experiencia increíble.

¿Ahí te interesaste más en la educación?
Sí. Me di cuenta de lo mal que está la educación en el país y me cuestioné. Me encantaba mi trabajo, pero vi que había tanto por hacer y no hacíamos nada.

¿Cómo te fue en la Universidad de Lima?
Muy bien. Tuve la suerte de tener excelentes profesores. Recuerdo especialmente a Shaminy Molina, profesora de Química y Tecnología Industrial. Era muy buena enseñando, captaba la atención de todos y se preocupaba por las personas. Tuve excelentes profesores y la comunidad en general era muy buena. Me pareció una carrera exigente, los estudiantes tenían intereses muy diversos y eran gente con garra. Recuerdo que jugaba básquet en la Universidad, pero ya no más. Ahora me dedico a la música: soy amante de la salsa, y toco cajón y bailo folclor.