08 de Agosto de 2018

Derecho con impacto social

Joyce Moore es perseverante y activa como pocos. Estudió Derecho con la idea de aportar al país y generar cambios en beneficio de la sociedad. Además de haber participado activamente del trabajo legal pro bono, ella ha encontrado en el derecho corporativo y en el compliance una manera de trabajar por el Perú.

Egresada de la Universidad de Lima en el décimo superior, Joyce nunca deja de plantearse metas profesionales. Ahora trabaja como asociada en el Estudio Miranda & Amado Abogados.

¿Qué es compliance y por qué te gusta tanto?
Me gusta mucho, porque siento que es una oportunidad para ofrecer una contribución al país y de mostrar respeto por sus instituciones desde el sector privado. A través del compliance asesoramos a las empresas para evitar que se conviertan en vehículos de corrupción. Las ayudamos a idear un plan interno de identificación y gestión de riesgos e incentivamos que promuevan una cultura de integridad entre sus trabajadores. No todos ellos conocen de leyes, pero sí tienen la capacidad de distinguir entre lo correcto e incorrecto. Les brindamos una orientación para que tengan las herramientas para hacer esa distinción con más claridad en cada caso. Eso se busca en compliance y no solo establecer reglas y políticas.

Es un tema relativamente nuevo en el país. ¿Hace cuánto tiempo lo trabajas?
Desde hace dos años y cada vez en mayor medida. Llevé un programa de especialización, pero en el Perú es una materia que está en pleno desarrollo. Otros países en la región nos llevan alrededor de una década de ventaja. En cambio, en el Perú recién se está abordando con más interés desde nuestra posible integración a la OCDE y del escándalo político y mediático que ha significado el caso Lava Jato, el Club de las Constructoras y otros casos muy sonados. Los profesionales peruanos estamos aprendiendo al respecto y nos capacitamos, aunque algunos tenemos más por aprender que otros. Este año viajaré a Lituania a seguir un curso intensivo de Transparencia Internacional, cuyo fin es promover la transparencia en todos los niveles, tanto en el sector público como en el privado.

¿Siempre te interesaste por estos temas?
No precisamente, pero buscaba la forma de dedicarme a algo que tuviera impacto en el país, y este tema lo tiene. Mucha gente se dedica a trabajos muy loables de ayuda al prójimo, pero yo siempre quise encontrar distintas maneras de aportar al Perú desde mi profesión. El trabajo pro bono y el compliance me han dado esa oportunidad.

¿Desde cuándo?
En 2013 formé parte del equipo que inició la Alianza Pro Bono, que es una asociación que reúne a varios estudios de abogados y gerencias legales para brindar servicios legales gratuitos a las personas de escasos recursos y a las organizaciones que las asisten. A través de ello tuve la oportunidad de trabajar con clientes pro bono de los cuales he aprendido mucho, como Laboratoria, que capacita a mujeres en programación web para mejorar su empleabilidad. Más recientemente, dentro del trabajo corporativo que realizo, muchas empresas que asesorábamos nos consultaban sobre cómo evitar que los riesgos de corrupción las afecten en sus negocios. Así descubrí el mundo del compliance y encontré una oportunidad de abordarlo desde el sector privado.

¿Ingresaste al mundo corporativo creyendo que podrías realizar este deseo?
Al comienzo no, realmente. Yo empecé a practicar en el sector público con la idea de que siempre me quedaría ahí. Muchas personas me recomendaron practicar, al menos por un tiempo, en un estudio de abogados. Así que más adelante postulé a uno y, aunque no me contrataron en los dos primeros intentos, por no tener experiencia, luego me dieron la oportunidad de trabajar en asuntos relativos a los recursos naturales, sobre todo petróleo y gas. Descubrí ahí algo que no conocía y que cambió mi prejuicio respecto a que en el sector privado solo se trata de “hacer plata”. Con el tiempo, uno madura y aprende que los países y las economías se mueven a través de las empresas, sean pequeñas, medianas o grandes, siempre que sean administradas de manera responsable. Dentro de esto he encontrado muchos retos y satisfacciones.

¿Dónde has trabajado antes de Miranda & Amado?
Practiqué en el Estudio Echecopar, en el área de Recursos Naturales. Fue muy interesante, aprendí mucho. Me quedé ahí un poco menos de un año y luego me animé a venir a Miranda & Amado Abogados, luego de haber participado en el Desafío Pro Bono. Se trata de un concurso para estudiantes de Derecho, quienes deben presentar un problema social y una propuesta de solución a través de mecanismos jurídicos. Presenté mi proyecto junto con unos amigos de la Ulima, de la revista Advocatus, Gabriel Boucher y Carlos Huayhualla. Quedamos finalistas, pero no ganamos. Sin embargo, cuando presentamos el proyecto en la ceremonia de premiación, a un socio del estudio le gustó mucho y me comentó que quería ejecutarlo. Entonces me ofreció venir a practicar a Miranda & Amado, lo cual me pareció una gran idea, teniendo en cuenta el perfil del estudio, y no lo pensé dos veces. Aquí se ofrecen servicios de primer nivel a clientes corporativos, pero sin descuidar el lado social y humano. Años después, también vino a trabajar aquí mi amigo Gabriel y ahora él coordina el trabajo pro bono del estudio.

¿De qué se trataba tu proyecto?
Se llamaba El Ángel de Pamplona. Llamamos así a una señora de Pamplona Baja que hacía obra social, ofrecía desayunos a los niños de Pamplona Alta y recibía en su casa a muchos niños con problemas. La gente lo sabía, por eso iban hasta su casa personas e instituciones que le ofrecían ayuda. Su labor era muy buena, pero era desorganizada. Un día, la municipalidad le adjudicó un terreno y nos pareció una buena idea proponerle que se formalizara para recibir más donaciones y construir un albergue. Le entregamos el plan de acción diseñado en nuestro proyecto para que pudiera llevarlo a cabo, aunque por razones ajenas a nosotros no pudimos ejecutarlo. Fue un trabajo muy bonito y motivador.

Por otro lado, ¿qué función realizabas en la revista Advocatus de la Ulima?
En el ciclo en que postulé a Advocatus se había creado la Comisión de Responsabilidad Social. Entré como comisionada y definimos los objetivos y la estrategia de la comisión. En el siguiente ciclo me pasé a la Comisión de Edición de la revista y en el último ciclo regresé a la Comisión de Responsabilidad Social como directora e hice un plan de trabajo, el cual tenía, entre otros objetivos, la generación de alianzas con organizaciones para realizar talleres de capacitación para pymes y organizaciones sin fines de lucro.

¿Cómo recuerdas tu etapa de estudiante en la Universidad de Lima?
Yo aproveché la Universidad en diferentes dimensiones. Participaba en todos los talleres y actividades que podía. Estuve en la selección de karate, disciplina que he practicado desde los nueve años hasta el penúltimo ciclo de la Universidad. Gracias a eso me otorgaron media beca. Además, estuve en AENU Perú, un grupo de debate que viaja a la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, donde se lleva a cabo el Modelo de Naciones Unidas. Aquella vez me tocó tratar un tema vinculado al derecho internacional humanitario. También viajé a San Salvador, en El Salvador, por el Modelo de Asamblea General de la OEA, donde me eligieron vicepresidenta de una de las comisiones. Luego fui con un equipo de la Universidad a Washington D. C. para una competencia internacional de arbitraje. Fueron grandes experiencias. En lo académico, siempre busqué matricularme en las clases con los profesores más exigentes. Uno de los que más marcaron mi proceso de aprendizaje fue el profesor Marco Antonio Ortega, de quien luego fui asistente por dos años en el curso de Contratos.

Antes de salir de la Universidad ya tenías una interesante hoja de vida…
Aunque acabé en el décimo superior, la verdad es que no pude tener notas tan altas como hubiese querido. Creo que hay personas que tienen éxito porque tienen mucho talento y otras que se forman principalmente con su esfuerzo. Yo encajo mejor en el segundo grupo. Por ello no me enfoqué únicamente en los estudios y dediqué buena parte de mi tiempo a realizar muchas actividades que me han enriquecido y brindado una formación integral. Aproveché mucho la Universidad de Lima. Pienso que ahí cada alumno encuentra su propia manera de emplear eficientemente su tiempo y tiene una gama amplia de cursos, profesores, actividades y deportes para elegir.