18 de Abril de 2018

Una mujer de retos

Mariella del Barco Herrera es una egresada con el ADN Ulima. Sin titubeos, ella lo atribuye a su formación en nuestras aulas y a su pasión por lo que hace. Ella ha sido directora de Documentación e Información Universitaria y Registro de Grados y Títulos de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu).

¿Por cuántas instituciones pasaste antes de llegar a la Sunedu?
Antes de la Sunedu, había trabajado toda mi vida en el mercado de valores. Inicié un trabajo muy importante en la Superintendencia del Mercado de Valores, que es el regulador del mercado de capitales. Trabajé ahí casi 12 años y luego pasé a la Bolsa de Valores de Lima. Tuve la experiencia tanto del lado público como del privado.

¿Cómo una abogada dedicada al sector financiero llegó a la Sunedu?
Una de las opciones que uno maneja es cambiar de sector o mantenerse en el mismo. Quería quedarme en el mercado de capitales, que es lo que manejé por casi 20 años, pero se dio que en ese momento la coyuntura era no encontrar ese espacio y entré en conversaciones para averiguar cómo cambiar de sector. Llegué a la Sunedu porque tomé contacto con la superintendente de ese momento, la doctora Lorena Masías Quiroga, porque ella, precisamente, había cambiado de sector: había estado en el sistema bancario financiero durante años y había pasado al sistema educativo. Fui a conversar con ella, a preguntarle amenamente cómo había decidido el cambio y en la conversación ella me ofreció el puesto en la Dirección de Grados y Títulos. Solo fui a tener un feedback de cómo había hecho ella. Y en la conversación salió el ofrecimiento. Lo asumí como un reto profesional y personal. Y me dije: adelante, vamos.

¿Te costó mucho adaptarte?
Cuando conversé con la doctora Masías, ella me dijo que el trabajo consistía en verificar unos formatos para el contenido de la información de los grados y títulos, y claro, en efecto era eso pero, porcentualmente, se trataba del 10% del trabajo. Cuando se creó la Sunedu en el 2015, la única dirección que se abrió fue la de Grados y Títulos, porque por continuidad del Estado, así fuera otro el nombre de la institución, los alumnos requerían tener las constancias de inscripción de sus grados, no se podía parar. Así, el primer choque que tuve fue encontrar una realidad distinta a la que esperaba.

¿Qué tan distinta?
Se trataba de un trabajo que había heredado y que estaba incompleto, porque no estaban todos los grados puestos. Un ejemplo, el mío: cuando llegué a trabajar a la Sunedu, no estaban registrados ni mi bachillerato ni mi título profesional, solo estaba registrada mi maestría. Así como a mí, le pasaba a miles de ciudadanos, no obstante haberse creado este registro desde el año 1989 y ser de obligatorio cumplimiento.

¿Cómo afrontaste ese reto?
Encontré una realidad no buena con la cual tenía que convivir, entonces el compromiso y el reto era hacer que las universidades comprendieran que hacer las cosas de diferente manera era útil para sus alumnos. Ese fue el espacio más retador y la experiencia fue positiva porque en el 2015, entre procesos y reprocesos, el margen de correcciones bordeaba el 60%. Al año siguiente, 2016, ese 60% se convirtió en un 6%, y terminando el 2017, el margen era de entre 1% y 2%.

La clave fue no decirles que tenían una obligación, sino que tenían una oportunidad para mejorar.
Exacto. Hagamos las cosas de un modo mejor, más ordenado y más completo, para que no tengas reprocesos y para que tus alumnos, en menos tiempo, una vez que presentes su diploma, inmediatamente tengan sus constancias inscritas en el portal de la Sunedu.

¿De qué manera sientes que la Universidad de Lima te ha dado las herramientas para ser quien eres hoy?
Me formó completamente, tanto en valores como en pensamiento analítico y en criterio. La Universidad de Lima forma profesionales críticos, que cuestionan, que no aceptan sin cuestionar, y esto es muy importante y valioso. Tuve la suerte de contar con profesores tan buenos que no solamente tuve una cátedra más de docencia, sino que transmitieron las ganas de hacer las cosas bien. Además, como abogada, el tema no es resolver un problema sino evitarlo, es decir, la labor preventiva. Sea que estés en el campo privado o público, ahora la función de un abogado es evitar un problema. He tenido la suerte de estudiar aquí tanto el pregrado [Derecho] como la maestría [MBA Ulima]. En ambos casos, la combinación de estudiar Derecho y Administración, particularmente, me abrió el mundo, las puertas, la visión. No haces nada hoy si no sabes trabajar en equipo, y esto significa liderar, compartir y escuchar. Todo eso también es parte de lo que he vivido acá en la Universidad.

¿Cómo describirías tu paso por la Universidad?
Mis seis años de estudio fueron muy buenos. Fue una época maravillosa en la que conocí un mundo diferente: venía de un colegio católico de mujeres y entrar a una universidad mixta y laica fue todo un cambio. Una experiencia linda, tanto por las amistades que hice como por los profesores.