18 de Julio de 2017

La voz de la experiencia

En 1984 egresó de las aulas de la Universidad de Lima un ingeniero industrial que luego pasaría por las más diferentes experiencias laborales, como el trabajo en una planta de producción, el marketing, las finanzas y el headhunting. Es este tema al que ha dedicado más años y esfuerzos, y también es el que más satisfacciones le ha dado.

Hoy, Felipe Aguirre del Pino dirige su propia empresa: Aguirre & Asociados Consultores. Desde ahí ofrece servicios de asesoría y gestión de talentos. En la siguiente entrevista, nos brinda sus reflexiones acerca de cómo ve el mercado laboral, la vocación profesional y la captura de talentos.

¿Hay alguna característica especial que busquen las empresas en los profesionales?
Ahora está de moda la especialización. Todos piden profesionales que tengan una especialidad marcada, pese a que el ser humano no está diseñado para una sola especialidad; todos tenemos diferentes intereses, pero en el trabajo ahora es necesario tener una especialidad.

Muchos hablan de una crisis de talento… ¿Qué opinas al respecto?
No pienso que la haya. Lo que hay es una crisis de tiempo. El tiempo es un factor muy difícil de manejar hoy en día. La gente no encuentra tiempo para desarrollar una nueva competencia, aunque tal vez sea justamente esa su competencia más notable. Cuando a mí me dicen que hay crisis de talento, entiendo que se refieren a que buscan un profesional de 28 años con la experiencia de uno de 35. La gente busca resultados inmediatos, nadie quiere tomarse un tiempo para preparar el talento, quieren el talento listo y preparado para mañana.

¿Cómo puede enfrentar esta realidad el profesional?
Tiene que ser más veloz, prepararse siempre. Pero, además, debe tomar conciencia de cuál es su verdadera vocación. Si mi vocación es pintar, pero me dedico a la contabilidad, nunca seré feliz. Este es un punto importante, porque muchas empresas contratan a gente con vocaciones equivocadas. Así que se necesita descubrir la vocación. Si se logra ese primer paso, el profesional será feliz y seguramente podrá ser exitoso.

Por otro lado, ¿recuerdas cuáles fueron tus primeras experiencias laborales?
Mi primer trabajo fue en Delcrosa, como ingeniero de Procesos, en 1985. Recuerdo que el papa Juan Pablo II estaba aterrizando en Lima y yo estaba en mi primer día de trabajo. Ahí me ocupé de temas de fábricas y luego hice un posgrado en Dirección de Producción, en Madrid, en la Universidad Pontificia Comillas. Luego, en 1988, ingresé a Goodyear como jefe de Almacén, y en 1994 fui gerente financiero de Celluphone, que ya no existe, pero era una empresa importante, comercializadora de celulares. Luego asumí la gerencia general de mi propia empresa, durante un año y medio más o menos, y más adelante fui gerente comercial en Manpower, donde a los dos meses asumí la gerencia general. Estuve allí desde 1997 hasta 2011.

Fueron casi 15 años… ¿Qué significó esa etapa para ti?
Manpower representó para mí la experiencia más rica y fascinante de evolución profesional que haya tenido hasta la fecha. Empezamos con 6 trabajadores, luego fuimos 250 y ocupamos 12 oficinas a nivel nacional. Pude plasmar muchas de las cosas que aprendí en la Universidad de Lima. Descubrí que mi vocación era servir y eso me hizo sentir muy a gusto. Disfruté mucho la experiencia.

Has pasado por puestos muy diferentes...
Es que el ingeniero industrial es un cachivachero [risas], puede trabajar en diferentes cosas. Tuve la fortuna de ser ingeniero de planta, fui un hombre de logística, de comercialización, del ámbito financiero, etcétera. Estar en distintas áreas me permitió dar ese salto a la gerencia general.

¿Cómo recuerdas a la Universidad de Lima?
Con una satisfacción enorme. Mi primer acercamiento a la Universidad de Lima fue en 1979, cuando di mi examen de admisión. Al salir de la prueba pensé que no ingresaría, me parecía que no había respondido lo suficiente. En la noche colgaron los resultados en la reja que colinda con la avenida Javier Prado (en ese entonces no había el tráfico que hay en estos tiempos) y resultó que sí había ingresado, me dio un gusto muy grande. Ahí empezó mi relación con la Universidad de Lima. Estuve cinco años y algo más en la Carrera de Ingeniería Industrial y la terminé en 1984. Nuestro padrino de graduación fue el padre Harold Griffiths. Recuerdo mucho la cafetería, pues ahí se desarrollaba la vida social de los estudiantes, se generaban los amores, las grandes amistades, las entrañables tertulias con los profesores. Yo he conversado ahí sobre temas muy interesantes con los profesores Eduardo Zapata, Juan Biondi, con el doctor Salazar Larraín, entrañables figuras. Disfruté mucho la Universidad.