28 de Mayo de 2015

La dirección artística que tomó una graduada de Comunicación

Estrella Carbone Amprimo (Comunicación) se desempeña en la dirección de arte.

Estrella Carbone Amprimo, graduada de la Facultad de Comunicación, brilla con luz propia desde una rama de su carrera que pocos deciden explorar: la dirección artística. Fiel a su original personalidad y variados intereses, se ha sumergido en este mundo desde campos de acción poco convencionales. Más allá del cine o la publicidad, ella está concentrada en abrir el abanico de la dirección artística en nuestro país, por eso su trabajo va desde definir el espíritu de una fiesta de música electrónica hasta confeccionar la identidad de un bar dedicado al reciclaje. Hoy el teatro ocupa la mayor parte de su tiempo y con ello demuestra que las estrellas también brillan al otro lado del escenario, desde donde imagina los conceptos que luego pondrá en marcha mediante la experimentación con diversos materiales y referentes. 

¿En qué momento despertó tu vocación por la dirección artística? 
Mi interés por el diseño artístico nació apenas llevé el curso de Dirección de Arte con Augusto Tamayo a mitad de la carrera. Me encantó porque allí me di cuenta de que la dirección de arte es algo que está presente en todos lados, por más que la gente aún no tenga muy claro a qué se dedica un director de arte. No solamente se relaciona con el cine y la publicidad, sino que también es vital en la producción de eventos, las vitrinas en tiendas, el teatro y el diseño gráfico. Me di cuenta de que podía aplicarla a muchas otras ramas que me gustan. Siempre me han llamado mucho la atención la fotografía y el diseño gráfico, así como el hecho de hacer eventos; entonces comprobar que podía aplicar el diseño artístico ahí me cautivó. Descubrí además que, si bien implicaba mucha investigación, mi lado creativo también desempeñaba un papel muy importante.

¿Cómo alimentaste esta vocación?
Cuando terminé la carrera me fui a Argentina a llevar unos cursos en Espacio Buenos Aires, un centro de moda y diseño, y seminarios con diferentes directores de arte. Allí fue que terminé de enamorarme de esta rama, porque al principio me quería dedicar a eso, pero todo el mundo me preguntaba a qué se dedicaba un director de arte. Fui investigando y viendo hacia dónde me podía orientar. Tampoco me dedico a la típica rama de dirección de arte, que es publicidad y cine. Actualmente, por ejemplo, estoy concentrada en el trabajo para un musical; aunque también estuve a cargo de la dirección artística de un bar, en Asia, que ahora también vamos a abrir en Lima. Se llama La Cachina Bar. También me dedico permanentemente a las producciones y a la fotografía editorial de moda o de producto.

¿Cuál es el elemento clave antes de llevar a cabo un proyecto?
De hecho, lo que siempre me propongo es desarrollar un concepto para cada proyecto en el que trabajo. Ya sea un evento, el diseño del bar o una sesión de fotos, siempre debe estar amarrado a un concepto. Los elementos no pueden estar allí porque sí o solo por una cuestión estética. Deben tener algo detrás, algo que los unifique y construya la propuesta.

¿Cuáles fueron tus inicios en la dirección de arte?
Mientras estudiaba, comencé a desenvolverme en temas de producción. Estuve, por ejemplo, más de un año y medio trabajando con Carlos Palma en el Club de la Comedia, y a la par hacía cosas de diseño gráfico y eventos como freelance. Digamos que poco a poco todo se fue dando, ya que en el Club de la Comedia trabajaba con Gachi Rivero, quien me puso en contacto con Denisse Dibós para trabajar con ella en el montaje de Sweet Charity. De verdad que aprendí un montón en el teatro, por eso he regresado este año. Así que podría decir que mi primera experiencia con el teatro, así como mis trabajos independientes en temas de foto, me llevaron a decidir que quería dedicarme a esto. Con el tiempo he aprendido que uno mismo debe hacerse su camino en la rama por la que quiera avanzar, porque para los directores de arte casi no hay una búsqueda tradicional de trabajo.

¿Y hacia dónde quisieras encaminar tu vida profesional?
Lo que en realidad quiero hacer es poner mi propia empresa relacionada con esto, junto a un equipo que me permita trabajar a grandes escalas, porque a veces me han contratado para grandes eventos y mi casa se vuelve una locura. No tengo una oficina, así que hay 20 metros de tela tirados por la sala y todas las manos que puedan ayudarme a cortar, estirar, etcétera. Todavía tengo que ir armando bien mi equipo, pero ese es el objetivo. La parte de buscar conceptos, investigar y hallar referencias está en mí desde que entré a la Universidad; soy de las que pasan horas frente a la computadora viendo qué cosas nuevas han salido, técnicas para trabajar distintos materiales, etcétera. En Argentina me enfatizaron que uno debe siempre tratar de darle la vuelta a los materiales y a los elementos. En La Cachina Bar tuve la oportunidad de hacerlo porque todo es reciclado, entonces es poner a volar tu creatividad.

¿Podrías comentar un poco más acerca del proceso creativo?
Para lo que son eventos y el tema del bar, lo desarrollamos a partir del concepto con el que trabaja la marca, en primer lugar. En el caso de La Cachina, giraba en torno a la onda del reciclaje. Las fiestas que he trabajado son más que nada de música electrónica, entonces la propuesta se tiene que ceñir un poco a la gira del artista que viene. Sobre la base de ese concepto, veo los elementos que podríamos incluir. Empiezo buscando referencias de lo que quiero transmitir, luego veo con qué materiales puedo trabajar. Aprendes sobre la marcha. En el caso de una sesión de fotos, debo definir las actitudes que quiero que se transmitan para comentárselas a la modelo. Luego es el turno de la parte de utilería y escenografía. Para el teatro siempre es algo distinto, sobre todo para un musical. Allí sí involucra una coordinación con todos, no puedo decidir que el look será de tal forma porque puede venir el coreógrafo y decirme que con ese atuendo los artistas no pueden ni levantar la pierna. Además, es complicado porque no hay muchos tiempos de cambios. Sobre todo para Un musical 2015, donde se tocan muchos temas de diversos musicales, es más difícil porque no sabía cómo iban a hacer con el maquillaje, por ejemplo, ya que un look puede ser completamente opuesto al otro y no van a tener tiempo de volverse a maquillar. ¿Cómo encontrar ese punto medio? Yo veo la parte de vestuario, styling y escenografía como propuesta. Solía estar acostumbrada a proponer algo al cliente y que él aceptara, pero aquí hay muchas limitaciones por tomar en cuenta.

¿Cuál es la situación de la dirección de arte en el país?
Siento que aquí todavía están cerrados a la posibilidad de explorar nuevas opciones. Volví de Argentina con mil ideas, porque allá hay tanta competencia que observas que las marcas se esfuerzan muchísimo para destacar, para plantear algo realmente loco. He visto lanzamientos de marcas en los que ponían a un modelo detrás de un backing y tú pensabas que era un maniquí, hasta que de pronto empezaba a moverse cuando pasaba la gente. Allá te trasladan completamente al concepto que desarrollan. Siento que hay mucho por trabajar en el país todavía.

¿Podrías darnos un breve recuento de los proyectos que has realizado?
En eventos, lo principal ha sido el de Loop, que es la productora más grande de fiestas electrónicas. También el evento de tINI & The Gang. En teatro hice Sweet Charity y ahora estoy en Un musical 2015. Además, siempre realizo trabajos independientes de producciones de fotos. Estuve trabajando en el bar La Emolientería, donde también me encargaba del diseño gráfico. Lo de La Cachina Bar fue una experiencia que nos generó miedo porque Asia siempre había sido vista como una zona fría, la propuesta era un riesgo para el Boulevard de Asia. En principio el local iba a ser en Miraflores, pero apareció la oportunidad de Asia y la aceptamos. Nosotros nos propusimos hacer un bar ecológico. Fueron idas y venidas. Ahora, para el local en Lima, estamos averiguando y hemos hallado, por ejemplo, pisos que generan tantos vatios por pisada, o podríamos poner bicicletas estacionarias que alimenten de energía a la licuadora o refrigeradora. Es un concepto que tiene para crecer mucho y viene acompañado de un proyecto que estamos pensando muy bien actualmente: hacer una fundación para los cachineros y quitar la imagen que tiene la gente de La Cachina o de quienes trabajan ahí, porque mucha gente piensa que lo que venden son objetos robados, piezas de mala procedencia. Cuando, en realidad, ellos están dándole otro uso a lo que nosotros desechamos, o vendiendo esas cosas para que tengan una segunda vida. En el bar de Lima queremos llevar a cabo talleres tipo de reciclaje, que la gente vea qué es lo que pueden hacer para su propio bienestar, además de tomarse un trago, conocer gente y relajarse.