28 of March of 2016

La aproximación semiótica de una docente Ulima a los debates presidenciales televisados

La profesora Lilian Kanashiro.

Si bien varios estudios se han detenido en el discurso oral y en la imagen que proyectan los candidatos, poco se ha hablado sobre el peso de la imagen televisiva, sobre todo en vivo, en los procesos electorales. Lilian Kanashiro, docente de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, acaba de publicar el libro Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011). Una aproximación semiótica, páginas en las que plasma los resultados de una investigación de dos años que reconstruye, por primera vez, la historia peruana de los debates televisados y profundiza en la función de la imagen televisiva en la creación del discurso político. La presentación del libro se realizará el miércoles 30 de marzo a las 19.00 horas en la librería El Virrey de Miraflores. 

En esta entrevista la autora explica el trabajo detrás de esta publicación del Fondo Editorial de la Universidad de Lima y las herramientas de análisis semiótico a las que recurrió.

¿Cuáles fueron las principales motivaciones que la llevaron a iniciar la investigación de la que deriva este libro?
Había terminado de hacer mi tesis de maestría, en la que había abordado el fenómeno de los sondeos de preferencia electoral, así que me puse a reflexionar qué otro elemento hay dentro del proceso electoral que sea relevante. Pensé en el tema de los debates, sobre todo porque me pareció una oportunidad de oro que tenía la Facultad de Comunicación y la Universidad de Lima, pues probablemente sea el único lugar en el que tienen pacientemente grabados todos los debates electorales presidenciales e incluso municipales. Sentía que había oro en polvo en el archivo audiovisual de nuestra Facultad de Comunicación y que merecía la pena explotarlo. Es así como presento el proyecto.

¿Recuerda cuánto duró el proyecto y qué pasos siguió?
La investigación duró dos años. En una primera fase se hizo el levantamiento bibliográfico, lo que me permitió descubrir que había investigadores que solo se dedicaban a estudiar los debates en todos los países, así que no era un tema original, pero en el Perú nadie había trabajado los debates. También me di el trabajo de hacer toda la contextualización de cada debate tomando como referencia dos periódicos: El Comercio y La República. Asimismo, me tomé el trabajo de buscar a todos los que habían sido moderadores de los debates, es así como he entrevistado a Guido Lombardi, Augusto Álvarez Rodrich, Chema Salcedo y, además, a gente que estuvo involucrada en la organización de los debates, sobre todo de Transparencia, que fueron los primeros en abrirme las puertas para darme toda la información y los testimonios con los que contaban.

Una vez que tuve el panorama ordenado, ya empecé a trabajar más bien una aproximación semiótica, que en realidad era la intención original de la investigación. Empecé con un modelo con el que había estado trabajando mucho, que es un modelo sociosemiótico, pero en el camino salió la traducción que hizo Desiderio Blanco sobre Prácticas semióticas, de Jacques Fontanille, que me ayudó a enfocar el fenómeno, así que hice una combinación.

¿Cómo se compara su trabajo con lo que se había investigado sobre el tema en otros países?
Lo que más ha predominado en otros países es el análisis del contenido verbal y eso me parecía interesante y paradójico, ya que muchas de las críticas al debate televisado tienen que ver con la excesiva fuerza que adquiere la imagen; y, sin embargo, lo que más se había analizado eran las retóricas o los discursos verbales de los candidatos. Había también análisis de la dimensión de la imagen personal del candidato, pero la verdad me parecían muy pobres, casi intuitivos.

La otra dimensión muy fuerte que se ha desarrollado es el análisis cuantitativo de contenidos: tienes el discurso verbal y clasificas lo que los candidatos dicen en función de determinados indicadores, luego se procesa estadísticamente. Después tienes el gran grupo de estudios de efectos del debate. Muchas personas suelen estar interesadas en esto último; pero la verdad, la mayoría de investigaciones coincide en que no cambian las opiniones, solo se refuerzan las orientaciones ya preestablecidas. Hay ligeros cambios en el rubro de indecisos, pero ahí ya hay variantes con los contextos electorales, con las coyunturas. Esos son un poco los antecedentes.

¿Cuál considera que es el valor agregado que ha aportado?
La novedad de mi trabajo guarda relación con que creo que no se ha brindado mucho énfasis al tema de lo televisado en el debate, la imagen televisiva. Más allá de que es una novedad el hacerlo desde un punto de vista semiótico, creo que hay mucha novedad en términos de tomar en cuenta que la imagen televisiva no es una imagen como cualquier otra, y en el caso peruano la imagen televisiva no ha sido valorada porque en la organización de los debates no ha intervenido, necesariamente, gente de la televisión. Así que si se lo deja a personas que no manejan el lenguaje, tenemos una predominancia de un tipo de encuadre, de un ángulo de cámara que no se ha movido casi en más de diez años.

Cuando se refiere a esa parte audiovisual, ¿se está refiriendo a la narrativa audiovisual?
Sí, pero en la medida en que está contenida en la imagen televisiva. Ahora, es una imagen televisiva especial porque es una imagen televisiva en vivo, que tiene otro comportamiento en términos de significación. No es lo mismo la imagen de televisión de una serie que una imagen que se produce con las características para que parezca o sea en vivo. Y esa sí era una característica particular de nuestros debates. De hecho he tomado en cuenta las narrativas, he tomado en cuenta el discurso verbal, no verbal, las interacciones entre los candidatos; pero todo ese conjunto de cosas se encierra y se encapsula en la imagen televisiva. De esa capa de la imagen televisiva solamente teníamos como referente el estudio que había hecho Eliseo Verón sobre los debates franceses y norteamericanos, así como un estudio en España que trabaja también la parte audiovisual. Pero eso sí, el componente de imagen en vivo de televisión no había sido trabajado en ninguno de los casos anteriores.

¿Cuáles son los principales hallazgos a los que llegó?
Por el modelo de análisis que empecé a trabajar, que exhibe varias capas, iban apareciendo hallazgos en distintos planos. Algo que me pareció más interesante era la recurrencia del plano medio o la cámara fija, el no poder enfocar al rival mientras un candidato hablaba. Eso casi ha permanecido hasta las elecciones del 2011, es un formato audiovisual ciertamente conservador. Y allí aparece una paradoja: si el mensaje audiovisual había evolucionado mucho, en el caso de los debates electorales televisados peruanos se había quedado en el mismo formato del año noventa, que era heredero del formato norteamericano del año sesenta. Así que la modernización de los debates electorales arranca desde el 2011, lo que tenemos antes son experiencias sumamente conservadoras.

¿Recuerda algún debate emblemático en particular?
Siempre el primer debate es el paradigmático, porque se hace sin tener mucha experiencia previa, no había YouTube ni nada con qué establecer un contraste. Es un debate que he tenido la oportunidad de ver por televisión en vivo, pero al volverlo a mirar y volver a leer las transcripciones uno entiende los resultados. En ese momento uno podría pensar que cómo podía ser posible que haya sido derrotado el gran escritor, pero si ves el desempeño de ambos candidatos, fuera del contexto electoral, creo que uno empieza a entender lo que realmente sucedió. Cada debate tiene un aspecto particular: en el noventa tenemos la página de Ojo de Fujimori, en el 2001 tenemos el abrazo del oso entre Alan García y Toledo, en el 2006 la tardanza de Humala y el problema de las banderitas, y en el 2011 era la primera vez que había debate en la primera vuelta, todo el mundo estaba loco con el formato, nadie entendía los turnos. Así que cada uno presenta su particularidad.

Finalmente, cuéntenos a qué público va dirigida esta publicación.
El libro está dirigido inicialmente a dos tipos de público. Primero un público interesado en la semiótica que probablemente no ha visto que se aplique el análisis semiótico a este tipo de discursos. También está dirigido a un público interesado en la comunicación política, además porque se va notando con mayor claridad y nitidez que el Estado tiene un serio problema de comunicación. Imagino que también le interesará a la gente de marketing electoral, pero no ha sido mi mayor intención. Y en realidad, a todos aquellos que estén preocupados por nuestra realidad política, que no nos termina de sorprender.