08 of November of 2019

El Perú a través de imágenes

Flor Ruiz no se halla en un escritorio revisando papeles. Lo suyo es viajar, conocer nuevas rutas, hacer largas caminatas, conversar con personas de pueblos distantes, entrar a sus casas, disfrutar algo de sus mesas y registrar todo en imágenes. Pero no busca solo una imagen bonita: ella intenta reflejar la vida de la gente, sus fiestas, sus problemas y sus anhelos; darle voz a alguien que no tiene ni radio.

Flor estudió Comunicación en la Universidad de Lima y su cámara fotográfica se ha convertido en un vehículo para mostrarle el mundo a los demás.

Eres una fotógrafa experimentada, pero ¿cómo empezaste a especializarte en viajes y paisajes?
El tema de los viajes siempre ha estado presente en mi carrera, en diferentes trabajos y momentos, incluso he colaborado con Promperú en la promoción de destinos. Pero fue en un viaje que hice del 2010 al 2011, con el periodista Álvaro Rocha, que ese tema tomó fuerza. Hicimos varias comisiones juntos, viajamos bastante y, en ese proceso, pude entender muchas cosas más allá del paisaje.

¿Como qué cosas?
Al acercarme a las personas y a sus problemas, en el contexto de sus propias localidades, me di cuenta de que todo lo que yo había venido aprendiendo, desde la Universidad y en todos mis trabajos, venía a volcarse en la forma de enfocar mi trabajo. Yo veía muchas fotos de viajes, en diferentes publicaciones, pero sentía que había mucho preciosismo en el concepto de la imagen, y eso está bien, las imágenes deben ser bonitas y limpias, pero también deben contar una historia. Como fotoperiodista que me iba especializando en viajes, yo buscaba un contenido dentro de eso que estaba viendo.

¿Qué es lo que más te ha impactado de los lugares que has visitado?
Esa es una pregunta difícil, porque me ha tocado ver cosas que pensaba que ni existían. Por ejemplo, el glaciar ubicado en la cordillera Vilcanota, en Cusco. Llegamos hasta ahí con Álvaro para hacer un reportaje que se publicó en Rumbos y encontramos un hueco en el glaciar, con estalactitas. También me impactó mucho una comunidad boliviana que conocí el año pasado con la periodista Cecilia Niezen. Viajamos para traer notas y venderlas y nos fue muy bien. Llegamos a Santa Cruz e hicimos un reportaje sobre los menonitas, una comunidad que no usa teléfono ni celular ni autos, y que habla alemán. Entramos como turistas y, cuando logramos cierta empatía, saqué la cámara y les pedí permiso para fotografiar a unos niños en un carruaje; me lo permitieron y fue increíble, parecía una foto de 1900. Después fuimos a la casa de una familia; ahí canté bingo, porque eso nos aseguraba la nota. Luego se publicó en Somos, fue muy bonito. Recuerdo otros temas, como el de trata de niñas que conocí en un albergue, o la contaminación por carbón en niños. Estando en Lima no vemos cómo es el país en toda su magnitud y los viajes me dan esa posibilidad.

¿Dónde empezaste a hacer fotografía?
Hago fotografía desde 1996. Aunque no lo crean, empecé fotografiando vedettes y haciendo policiales en Extra, pero eso también lo agradezco, porque forma parte de lo que soy y me ha dado herramientas para desenvolverme. Después me fui a El Peruano y luego al suplemento Domingo, de La República, donde hacía crónicas urbanas, viajes, temas de derechos humanos. Ahí me tocó pasar por una época de fuertes cambios políticos en el Perú; había marchas en las calles contra el gobierno de Alberto Fujimori, así que yo necesitaba buscar un enfoque diferente en plena marcha, algo que no se fuera a publicar en la edición diaria, porque mis fotos se verían recién el domingo. Más adelante entré a El Comercio, donde pasé por una gran etapa de aprendizaje.

¿Por qué lo dices?
Estuve ahí bastante tiempo y me tocó vivir muchas cosas, también el cambio de la cámara análoga a la digital. Eso conllevaba procesar la fotografía digital y poner la información referida a la imagen para archivarla. Estando ahí trabajé para Somos, para edición diaria y para los suplementos especiales, donde adquirí también una visión corporativa. Recuerdo que en Somos me gustaba proponer temas interesantes, que iban más con mi origen, con lo que yo conocí.

¿Cuál es tu origen?
Yo provengo de la cultura popular, mis orígenes son de barrio, mis referentes son San Juan de Miraflores, el cine Susy, San Juan de Dios, así que me sentía más cómoda en ese lenguaje, con temas de cultura, migración, y eso tenía buena acogida.

¿Has pensado publicar un libro con tus trabajos en algún momento?
Justamente estoy en ese proyecto, también con Álvaro. Él pone los textos, yo las imágenes. Espero que salga el próximo año; la idea no es hacer un álbum de viajes, sino que tenga un sentido, que estén reflejadas nuestras emociones, cosas que vimos y sentimos. También he pensado en una segunda parte, un libro de fronteras. Viajar por fronteras te da una idea de lo desarticulado que está el país; a la gente le basta cruzar la frontera para tener servicios de salud, colegios, seguridad. He llegado a las zonas de frontera, con Ecuador, con Colombia, con Brasil y con Bolivia, y he visto cosas increíbles: minería ilegal, tala ilegal, peruanos que se sienten más extranjeros que nacionales.

También has hecho muchas cosas aparte de fotografía.
También trabajé en la ONG Calandria por varios años; hacía investigación y un poco de foto sobre comunicación participativa, con el objetivo de fomentar cambios y buenos hábitos en temas de saneamiento, salud, agua, contaminación, etcétera. Además, hice prácticas en la Filmoteca, estudié cine con Armando Robles Godoy, estudié en el Centro de la Imagen, y trabajé en la ONG Taller de Fotografía Social (Tafos), en un proyecto de difusión de la educación a través de imágenes. Incluso he dictado clases universitarias.

¿Qué trabajos recuerdas especialmente?
Es muy difícil mencionar unos y dejar otros de lado, porque yo considero que todos han sido importantes, en todos he aprendido y he crecido. Pero dentro de esta etapa de entendimiento recuerdo mucho la ruta del pisco y la ruta del café, el tema de la contaminación en cultivos de café, el reportaje de la quinua, etcétera.

¿Qué cosa no puedes dejar de fotografiar?
A ver, si estoy en una zona arqueológica, haciendo preciosas tomas del sitio y de pronto me entero de que está por llegar una invasión, eso no se puede dejar de registrar y dar a conocer el hecho. Haberme formado en periodismo me da una visión más objetiva. Siempre voy a agradecer haber hecho policiales, haber dictado clases y haber experimentado todo lo que me ha pasado en la vida, porque todas esas son herramientas para mi trabajo.

¿Qué error no puedes cometer en un viaje?
No te puedes dormir en la ruta, porque de repente es justo ahí, cuando todos duermen, que puedes aprovechar una toma.

¿Qué te dio la Universidad de Lima?
Yo tengo mucho que agradecer a la Universidad de Lima. Me dio excelentes profesores que me hicieron reflexionar sobre muchas cosas. También tuve todo tipo de amigos. Tenía una amiga que venía en su carro de lunas polarizadas y con chofer, yo venía en micro desde lejos, pero nos entendimos bien, aprendimos la una de la otra. No faltaban los locos creativos, los antis, una diversidad social grande, y eso me pareció muy rico. De mi promoción salió gente muy exitosa, cada una en el camino que tomó. Valoro muchísimo todo eso y los amigos del alma que me dejó la Universidad.